Revista TriploV DE Artes, Religiões e Ciências

Direção|Maria Estela Guedes & Floriano Martins

PÁGINA INDEX | HOME Número 01|Homenagem à Agulha. Decalque do nº 70 e último. Setembro de 2009

 

NÚMERO 01

 

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ACTOS DE DESMESURA, EMBRIAGUEZ,

GENIALIDAD Y LOCURA

LUIZ FERNANDO CUARTAS
 

Página ilustrada con obras de la artista Aline Daka (Brasil)

Voluptuosas formas, arrebatados instintos, desorden pandemonio del mundo, creación permanente, volcánicas manifestaciones del ser, la genialidad muchas veces esta relacionada con fuerzas compulsivas y estados excéntricos de una manera maravillosa y ratos agreste condición humana.

 Se dice que un genio manifiesta ciertos estados de locura, más en una sociedad neurótica y en estados autodestructivos del alma, no todo enajenado es un genio. Esas manifestaciones son fuerzas de una gran energía creativa, estados anímicos que conllevan a actos destructivos y creativos, a una devastación tortuosa y sombría, melancólica o festiva, producto de la incomprensión de sus medio, de grandes faltantes de pares con los cuales puedan compartir sus sueños. Es el origen del numen imaginativo, presencia de una originalidad que junta lo artístico y lo científico, abriendo caminos nuevos y trasformando su realidad en preguntas siempre inéditas.

 

Juego deslizante de insatisfacciones, de acrobacias espirituales, de búsquedas incesantes, del sentido del movimiento y del color, hay en esos seres una duda gigantesca, la enorme soledad de un diálogo con el Universo, en pleno sentido de lo Diverso y lo expansivo, la lucidez y la oscuridad, el encantamiento y la esperanza al lado de impenetrables socavones de desesperanza y desaliento. De ahí que los genios sena propensos también a actos desaforados, a tratamientos con la droga y el licor, medidas extremas para saciar la sed de sus permanentes búsquedas.

El cuadro de Durero, La Melancolía, muestra a ese ser filósofo que cae en ese estado ensimismado, la pregunta no por las pérdidas sino por los faltantes, por lo que aún no ha hecho, por esas variables de la vida sostenidas en mundos abigarrados de obstáculos  donde su pensamiento y su obra es torturada y agredida  por las realidades del los estados planos de existencia,  en una ruda realidad que mata y agota la creación. Una imagen nacida posteriormente, en el artista y el genio creador del romanticismo lo muestra como un ser sumido en complejas imágenes, en desafueros profundos, en largas noches de insomnios, extravagantes, solitarias, individuales, libertarias, trashumantes, entregado a sus actos con una pasión inédita, buscador de si mismo en el pozo de la humanidad entera.

Asimilado a un neurótico, o a un ser que alivia su neurosis en el arte y en la ciencia como bálsamo de invenciones y de propuestas casi Prometeícas, buscadores del fuego en medio de las oscuridades más aciagas. Más esas fuerzas pueden caer en estados de pesimismo y abandono, en un tóxico sentimiento de desaparición y dejadez, mientras que su condición no se pueda manifestar en su esplendor, y  sus obras tengan eco posible, la soledad se  hace un tormento y sus delirios fantasmas que lo acometen como un irredento en medio de una sociedad que trafica, burla y excluye a la genialidad mientras esta no sea dócil y amaestrable en un cerrojos, vigilancias y ordenamientos que desgastan y arruinan la libre expresión de sus talentos.

La embriaguez, el delirante estado de fluidez que tiembla, la queja, la congoja, una irascibilidad proverbial, conjuntamente con estados de ternura y de belleza sublimada y contemplación mística. Esos estados de desmesura han sido frecuentes en artistas, escritores, músicos, algunos científicos que aún en medio del racionalismo y sus ecuaciones medibles y sus teorías plausibles, no abandonan la condición humana del miedo, el amor inaudito, la espectacularidad, el arrobamiento o el suicidio.

No sólo, las enfermedades que desgastan el cuerpo de cualquier ser humano, las dolencias del cáncer, la anorexia compulsa, le vértigo, el Parkison, la epilepsia, la hidropesía, el asma, sino también una sensación devastadora del sentir, el oprobio por desilusión, por olvido, por rechazo. La angustia de ser traicionado, copiado, maltratado, vilipendiado por sus ideas y muchas veces perseguido y sentenciado  a muerte.

Beethoven y esa paulatina sordera que le dejaba ratos de furia y tormentosos dolores de cabeza, La locura de Nietzsce entre la Sífilis y la incomprensión social, la psicosis maniaco depresiva de allan Poe, que nos dejó grandes relatos entre la bruma de la soledad y los misterios más abismales de un ser humano, sediento de ebriedad y de poemas. El gran borracho de la literatura, no sólo es el personaje del Cónsul en la novela Bajo el Volcán, Geoffery Firnin, sino su creador Malcom Lowry, un autor que tenia como ideal de vida la taberna y como condición humana la bebida, insondable ser de las botellas, otra forma de genialidad muy diferente a la de Aladino. Van Gogh, alucinado del amarillo y de las fuerza de la luz, termina en un manicomio, tal como lo escribe otro loco genial, Artaud, en “Vangh, el suicidado por la sociedad”, nos deja una vida extraña, caótica, profundamente sincera y consecuente con su estética.  Hemingway,  un hombre de grades extremos y pasiones, desde el boxeo y la caza mayor, el toreo y la fuerza  casi arrasadora, junto con una sempiterna embriaguez que lo llevo hasta la experiencia de cazarse así mismo con su escopeta preferida, deja una obra sobria, precisa, hecha de una método de contar donde parece no haber botella alguna, pero si una deseo de aventura y una búsqueda por relatar lo diferente, la relación entre  masa e individuo , cercano a la idea romántica de arte total, donde cuerpo y mente se encuentran para vivir el acto con todos los sentidos y en todos los sentidos.

Mozart descabellado, irónico, audaz para su época, también fue melancólico y depresivo en sus momentos álgidos. Nerval delirante, Sorel Kierkegard desgarrador, se atreve a dejarnos dos extraños y bellos  libros, “El concepto de angustia” y “ El tratado de la desesperación”, Pascal deja sus aforismos, dentelladas escépticas sobre el mundo, Isadore Duchase, con sus cantos terribles, donde lo hórrido y lo cruento, la orfandad y el miedo, la desolación y la angustia se convierten en hechos poéticos sin precedentes, son las palabras de un desquiciamiento donde se desnuda el alma de la humanidad, sus truculencias y sus extrañas formas de amar.

No es extraño que un personaje de novela como Roskolnikov, se sintiera predestinado y genial y se comparara con Napolén, apareciendo uno de los tantos arquetipos de locura de la Modernidad, más era su creador, Dostoievski un gran atormentado, entre la dipsomanía y la angustia, bebedor incesante, escritor compulsivo. Nos deja una obra profunda de los estudios de la psicología de los seres humanos, como si él retomara las voces de los que nunca hablan, de los miles de seres anónimos que luchan, aman y se expresan en delirios y fantasmas, convirtiendo su existencia en algo singular aún en medio de la soledad y el exilio.

Baudelaire se acerca a los paraísos artificiales y entre el vino y el haschisch, palpita un poeta que apura abismos y observa con una lujo estético profundo los cambios de su época, convirtiéndose en el príncipe de los poetas de su tiempo. Holderin, pasó en su encierro de la Torre, un poeta de manicomio y pluma esbelta. Nerval, Fijman, Varlaine, Rimbaud, Dylan Thomas, visitaron los infiernos entre la demencia y el alcohol, sus obras son ricas en ese urticante fiesta de los sentidos, en esa corrosiva manera de descomponer las normas, en ese sensibilidad de apostarle a  la vida abierta y vestida de una estética contundente, algo cercano a la idea de poesía que tenía Dylan Thomas, poesía como  orgiástica y orgánica, unificadora y disolvente, de las anónimos y de los individuos, del mundo y de los solitarios.

Scout Fitzgerld, un gran borracho que perteneció a una generación desencantada de escritores, perseguidos o desterrados voluntarios de Estado Unidos, va a Europa, escribe obras de gran audacia y sensibilidad, pero ahogado en sus botellas vive y muere de una manera errática y  desequilibrada. No podemos olvidar, de nuevo a Malcon Lowry y sus mística por la bebida, más su obra de una inmensidad sobre el sentido de los pasos de los seres sobre el Planeta Tierra. Richard Ford, Raymond Carver y el genial Charles Bukowski, en una forma de vagabundeo citadino y anímico, bebieron ríos de alcoholes y conocieron los bajos fondos de todas las cloacas de ciudad. Bukowski se convierte en un héroe legendario que pone el dedo en la llaga de la cultura decadente de una Norteamérica descreída y opaca. Él con una fina ironía corre la piel mezquina de su época y desnuda hasta el tuétano las condiciones sociales de desigualdad y segregación, la hipocresía de las dobles morales y la fustiga contra los convencionalismos morales haciendo de su obra y de su biografía toda una leyenda contestataria y libertaria.

En esa misma línea están todos los grandes malditos de la literatura norteamericana la famosa generación Beat, escritores como Ginsberg, poeta y experimentador con todo tipo de alucinantes psicodélicas, Jack Korouac, William Burroughs, toda una generación de vagabundos, de rebeldes contra la guerra, de amorosos suicidadas  y eróticos libertarios, probaron el ácido lisérgico, las bebidas y cócteles más inverosímiles, mas su poesía y su narrativa perdura como una muestra de una posición juvenil arrolladora, algo que marco una época de irreverente, la gran sacudida de el famoso “modo de vida americano” de posguerra, la cremosa idea benigna de la familia Lassie y el gelatinosos mundo blanco del granjero limpio y del KukusKlan de antorchas. Poetas que denunciaron la segregación, que se internaron por filosofías orientales, por la mística de los chamanes, por el conocimiento del mescal como ebriedad “santa”. Ebrios como un gran pintor de Norteamérica  Jackson Pollock, que mueve los conceptos anquilosados del arte en Estados Unidos y se convierte en una vanguardia  reconocida a nivel mundial.

En nuestro medio Latinoamericano el gran escritor Mexicano Juan Rulfo, con “ Pedro Parámo” , “El llano en llamas”, nos deja un retrato profundo de un paisaje devastado, cruento y fantasmal, las notas musicales de las canciones de los muertos y el tono alcohólico de su desarraigada vida. Onetti, un profundo solitario, gran escritor de las pasiones humanas, alcoholizado como un nadador en el río de la memoria,  flota sobre la literatura de América del Sur como un habitante espectral, profundo y melancólico, pero de una mordacidad tremenda y de una honestidad con su oficio como pocos en nuestro medio. Raúl Gómez Jattin, el poeta de la costa, escribió poemas desiguales, algunos de una gran profundidad, muchos de ellos, tal vez los mejores, eran producidos en medio del delirio, en esos viajes a los laberintos del alma, con una ternura sin igual y con una furia similar a la canícula de las tierras calentanas. Barba Jacob, poeta por todos celebrado, probó el alcohol y algunas plantas del espíritu, él la llamaba “ la mujer de los cabellos ardientes” , fue proscrito en su pías y más celebrado en centro América y México que en su propio terruño hasta antes de su muerte. Julio Florez, el oscuro y a la vez festivo poeta colombiano, también tiene una biografía de chicherías y cervezas, entre sus tristes poemas y las coplas y las copas. Ni se diga de Manuel Mejía Vellejo y el mismo Estanislao Zuleta y sus proverbiales vasos de aguardiente, ambos con una obra reconocida y admirada.

De los más anteriores poetas, casi proféticos y míticos estaría Francois Villon, poeta del siglo XV, nacido en el año 1431, toda una leyenda anticlerical, ladrón, amigo prostibulario, bufonesco, satírico, perseguido y varias veces condenado a la muerte de donde se escapaba casi por milagro, bebedor y andariego, es la prefigura de una arquetipo de insolente y desarraigado personaje de la poética del malditismo. Una de los grandes poetas de su tiempo que aún hoy en día retumbas sus canciones y sus versos. El otro gran impertinente es un poeta latino nacido en Verona en el año 62 después de Cristo,  cayo Valerio Catulo, de un desabrochado erotismo, crea una poesía subjetiva, personal e intimista, no exenta de crítica y cargada de mordacidad. Li Po, el poeta que exalta a la luna y al vino, muere arrojándose a una laguna en medio de su fiesta etílica buscando el reflejo de su amada Selene. Ni que decir de el gran matemático y astrólogo, poeta y festivo amoroso del vino,  Omar Khayyam, una celebridad del pensamiento y una fiesta creativa, lujuria y filosofía, alegría creadora y sensación de explorar la vastedad  del mundo.

Que sea un  motivo para beber de  dichas fuentes, conocer sus obras y sus vidas y acercarse a ese errático e intenso mundo creativo.

Luis Fernando Cuartas (Colombia, 1959). Escritor y ensayista. Fundador de Taller de Luna, grupo de escritores de la Universidad Nacional. Cofundador de la Revista Punto Seguido, de la ciudad de Medellín, Colombia. Coordina un espacio en la Radio Universitaria sobre poesía y música. Dirige la Fonoteca de la Universidad Nacional, sede de Medellín. Inédito en libro. Contacto: lfcuarta@gmail.com

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