Revista TriploV de Artes, Letras & Ciências .
ns . nº 53 . agosto-setembro 2015


MARIO PERA

Preparaciones anatómicas
 

Mario Pera (Lima, Perú, 1981). Escritor, diseñador gráfico y abogado. Ha publicado en poesía: Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011), este último fue ganador del Premio Ilustre Municipalidad de Cuenca-Ecuador 2013; y en ensayo: Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (2012). Ha sido editor del sello Magreb y editor de los e-books: Mirando sobre el heno. Muestra de poesía peruana reciente (2014), Jorge Eduardo Eielson. Homenaje 90 años (1924-2014) (2014), Sebastián Salazar Bondy. Homenaje 90 años (1924-2014) (2014) y El hilo dorado. Muestra de poesía argentina reciente (2015). Actualmente dirige la web literaria: www.vallejoandcompany.com y el blog: www. ruidoblancopoesia.lamula.pe

 

De Preparaciones anatómicas (2009)

 

Ecos desde la tumba

 

Te pido ayuda, oh Dios, y no

respondes,

te suplico y no me haces caso.

Job 30:20

 

Cómo se llama aquella vieja plegaria

vestigio de una nación extinta,

rezo que murió abatido

por el síncope de una retórica baldía.

Debo decir que

mi lacerada boca

intenta deletrear

Kyrie Eleison

Kyrie Eleison,

más aquella suplica

aquel canto al Padre,

se trenza con la decadencia de mi fe

y rueda por mi lengua

hasta deshacerse en mis labios.

 

Cómo se llama aquella plegaria

eco que repica ronco en una tumba,

y que luego

es elevada al Padre

al Hijo;

rezo cuyo nombre se fermenta en la homilía,

cuya bendición se pudre agria

tras la lectura del evangelio y

como una hostia bañada en vinagre

y hiel,

aceda el credo

durante la eucaristía.

Plegaria de tenue compás

de nombre proscrito,

¿será alguien capaz de decirme

el derrotero de tu desdicha,

o el sepulcro en el que yacen enterrados

los claveles negros que lloran tu muerte?

¡Hijos de la sacra carne, díganme!

¿Por qué huyen de su credo?

¿Por qué le permiten a la angustia caminar

asida de su mano?

¿Son tantos que escuchan mi clamor, y ninguno

que pueda revelarme su nombre?

 

Kyrie, rex genitor ingenite, vera essentia, eleyson.

Kyrie, luminis fons rerumque conditor, eleyson.

Kyrie, qui nos tuæ imaginis signasti specie, eleyson.

 

Ahora lo sé,

plegaria sólo eres:

la espuma que descansa tumbada

en la comisura de mis labios,

vagando

a orillas de la muerte.

 

Efecto Nueva Zembla

 

Provengo

de donde el sol no tiene frontera

y muere rectangular.

He nacido

hijo de un espejismo y un carpintero,

milagro pagano hecho verdad

en los labios agrietados

y el agarrotado corazón

del Holandés Errante.

Mi revés y mi fortuna

es la del peregrino que,

abatido sobre la sábana blanca,

rasga con una pluma

el arpa septentrional.

 

Fotografía post mortem

 

Aún conservo en mi mano

aquellos labios que hablaban de mi destino.

Aún lavo las mordidas

que en mi dorso acertó la bayoneta.

 

Algunos años hace,

que solía contarle a los niños de la villa,

la destreza con la que empocé el sudor de mi rifle

en el corazón de la madre de mi enemigo.

 

Pero sucede, no hay duda

que esquivar tantas veces a la muerte,

no basta para mantenernos vivos.

 

La horda con la que partí de casa la última vez,

fue absolutamente devastada.

Después llegó mi turno,

mientras pensaba quién sería aquel

que ocupase mi lugar en la mesa,

el filo del metal se alimentó silenciosamente

con cada milímetro de mi carne.

Mi inquietud entonces cesó.

 

Es irremediable.

No puedo recordar la batalla sin dejar de contemplar,

como si fuese otro y no yo,

mi rostro ensangrentado

reflejando una sola cosa:

muerte.

 

Estuve ahí.

Tumbado de bruces sobre el barrizal,

descubriendo a orillas de la ciénaga,

muy en silencio,

los negros senderos

por los que habrían de discurrir las huellas

de mi último aliento.

 

Pese a todo el dolor,

aún conservo,

tras el costillar de mi memoria,

el recuerdo del sabor de mi jadeo

entremezclado con la sangre y el lodo.

Y recuerdo también,

como el frío ejecutó a cabalidad su labor

y arropó mi cuerpo como un recién nacido,

para entregarme a un dulce pero lóbrego destino

en los brazos yermos de la muerte.

 

Es irremediable.

De pronto veo,

como fielmente acompaña a todos los hombres,

y lo sé.

Tú, muerte,

eres la madre

a cuyo útero todo hijo anhela volver.

 

El faqīr (escape final de Benarés)

 

Te he seguido, muerte,

con el galope del viento,

he expelido de mi cuerpo

cada hálito de vida

a través de los poros forjados en mi carne

tras largos días recostado

sobre una cama de clavos.

Te he seguido, muerte,

conjurando el dolor y

abandonando mi cuerpo

muy lejos de donde nací,

en un viejo acuario

de aguas espejadas y

peces de cristal. 

(Constanza)

 

De Ruido Blanco (2011)

 Ausencia de otoño

/giro del destino / 

Mi madre no se llama María

no es virgen, ni hubiese permitido que me flagelaran

tolerándolo en sosiego.

Pero

como María

se adhirió a mi flanco con un lirio entre sus labios

y dijo:

Tú eres El Profeta.

El Profeta de la orfandad.

Mi sangre dejó de dar vida

se hizo un río de muerte que corona el Gólgota

tierra donde Adán permanece

entronizado en su vergüenza.

 

Se extravían mis pasos

por cuarenta noches

y otros tantos días

pues fue crítica la memoria del Levante

una épica justa de orfandad

librada sobre mis huesos de serpiente

que penden como candelabros

de la higuera donde incógnito

el dedo del limbo muerde la rueca.

 

Relincho mordiendo las faldas de mi madre

guardo en mi sangre

la sombra de un destino ulcerado

y solo puedo susurrar

la merma de mi odio:

tú no cambias.

Eres oscura.

 

Oteando el Edén

(visiones de Maïacovski)

 

O tú o cualquier otro

colgará una cruz negra

y el himno de la rabia

sobre el sudor de los huesos

que crujen desde la estepa

hasta La Mancha

retorciendo un mundo adormecido

por el hambre y la furia que truena

entre las razas nómades

arrojadas a las faldas de la culpa

con un pregón marchito

cosido al paladar.

 

O tú o cualquier otro

construirá un altar retorcido

famélico

montado en los talones de un reino antiguo

jaula de cazador y trofeo

con el único ánimo de reconocer

que es sobre los huesos del fracaso

desde donde habrán de levantarse

las edades de la nueva Historia

y la lengua áspera del futuro.

Mientras una cruz negra sonría

será clavada

en la espalda desnuda

de nuestros hijos.

 

Oración del clochard moribundo

 

Tres manchas de mierda

develan mi rostro mejor que cualquier fotografía

al menos ese soy yo, digo

un adorador egocéntrico

la lepra en el culo de mi familia

el rosario de mi madre

que arde bajo mi almohada

 

y todas las cruces

resbalan de mi cogote desorientadas

mientras oigo caer sus oraciones en saco roto

y en mi sueño más calmo

veo que Lima arde, mi familia arde

este poema entre tus manos

arde

mis huesos se ampollan

y mi sangre adelgaza hasta convertirse

en cuerdas muy delgadas que me ahorcan.

 

Siempre fui un mal hijo

soy agnóstico y me masturbo, pero

mi sangre jamás nutrió

el ideal de otro cuerpo.

 

Un buitre viejo me observa

y canta un estribillo alegre

donde se yergue el árbol de Judas

yo también soy un traidor, respondo

vendí mi nombre y mi voz

la enclaustré eternamente

en el llanto de mi madre.

 

Por primera vez

suda frente a la Cruz

un hombre que ya ha muerto.

 

Auto de fe

 

Qué soy que no puedo

separarme de mis huellas

ni despojarme de mi piel

para empezar a vivir en carne viva

este abismo que crece tan ciego

raíz de un arbusto

que se entierra en su muerte

sin saber que fluye

por los otros caminos del planeta

hundiendo su tiempo

en el tiempo de lo divino.

 

Extraño la vida.

El Pensativo dirá que me escondo tras la sombra

de un caracol hambriento

o tras el andamio                    ampliamente cansado

que mantiene en pie mi cuerpo

y avanza hacia atrás

con el corazón infartado de dolor, pero

toda flama arde por mi fuego

por mi ausencia

y besa conmigo este mundo

que ha nombrado con horror

¡mujeres de alegría tan distinta!

Como aquella que terminó por parirme

sin aceptar el consejo de su propia voz.

 

Sueño en Tokio

 

Tus labios como una gran hoz

que hiende la única ruta al estío;

una corriente de fuego

comprime mi cuerpo hasta dividir

el alma de la carne;

tus ojos como el azufre que carcome

todo aquello que la noche ha negado.

 

Puedo decir

que reconocería tu voz

aun si migraras de cuerpo.

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ISSN 2182-147X
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Maria Estela Guedes
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