MANSION ARTAUD / EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS
TEXTOS E IMAGENS DE MANUEL LOZANO
30-08-2003 www.triplov.com
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DE UN MENDIGO EN WASHINGTON SQUARE


...Y viendo el humo de su incendio, dieron voces , diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?
Apocalipsis, 18:18


Habría mirado las bóvedas multiplicándose

en alargadas filas contra la lluvia.

¿Cuál es el arroz, cuál ese conejo alado de Cimabue,

dónde está el yeso que trajeron de Umbría las intercesoras,

aquellas madres primeras de mi especie?

Era una mesa blanca, casi traslúcida,

vestida para la exageración y el desprecio.

Podría ser nebuloso patíbulo,

aunque nunca tablón ritual de aniversarios.

Un opulento pasajero enciende las lámparas.

Los comensales -mis hermanos- han muerto ya.

El arco solar se ha derribado.

¿Qué carpintería nómade para esta bacanal de Narciso?

¿No miras sumergirse la casa? -pregunta la figura-.

Del robo de las pieles nace el vuelo.

Y así empieza la historia.

El musgo ofrece un ácido perfume

a patio de destierro, a caireles dispersos

entre los matorrales donde juega el niño del triciclo rojo.

(Ahora reconstruye risas en mitad de su cráneo.)

¿Era la distancia de la diferencia?

¿Los harapos de la más cruel cercanía?

¿O la abisal condición para destituir a su rey,

el valimiento de un iluso crucificándose?

Rotan las cláusulas.

Se instalan en éxtasis de Pound todos los enunciados.

Pensó en la cabeza comida por insectos de su padre,

en el jugo incalculable, ahora seco,

rondando entre los dientes del pequeño difunto.

Fuiste un agujero, la grieta de mi corazón - afirma la figura-.

No habla.

Aun antes de acostarse del lado del vacío, gesticula.

(Un llamado de hidra ha regresado a la cueva.)

Brevísimo, respiran todavía sus membranas.

Nada es legendario en la dársena sacrílega.

¿En qué madejas del segundo tiempo merodeará

esta geometría del verdugo?

Va adentrándose en la palabra carente:

palabra sin inicial; juzgamiento de vigilia.

Grazna y husmea.

Que no suplique ayuda con un arpón en la boca.

Se abrieron las sienes de mi escalofrío.

Cavidades lechosas donde hubo un pasado,

¿por qué duermen así, junto a la espuma?

Son los habituales.

Son los faústicos delatores.

Son los imaginados.

Son los que agitan la lepra bajo pieles fastuosas.

¿Retornarían desde un mísero exilio?

Muerdes madera en el poema, invención extremada.

Fermentan las hojas.

Desciendo los escalones y aspiro en cuclillas

el temible torbellino de la idolatría.

Es el ruinoso chacal de esta profanación.

Lanza increíbles objetos.

Al reflejarse en el revés de un espejo de bronce

-mira paciente, hiberna con traidores-,

dibuja la espantosa raíz del simulacro.

New York, 22-IX-2000


ANIMAS

A Francisco García Cubero


Música triste y de abandono

para los vestigios de un niño muriente

en su lecho de cuarzo rojo;

para las llagas que ahorcan donde el latido

cuando sopla el abandono

como ruinas de la marioneta;

para el abrazo en fuga de su desnudez.

En un brillo hueco te somete la fiebre.

Lo frío babea un teatro desde el hombre:

Tierra madre, tierra vértigo, mendiga tierra

claveteando telarañas

hasta alcanzar el vientre fúnebre del asco.

¿Y la sombra de mi cerebro pagando su hambre

de caliente derrota sin olvido?

Se ensucia la cara con el día

y me hablas de la puerta inocente

que viene desde el fuego.

Se nutre de niebla este escenario,

de lágrimas filosas como uñas desprendidas

de tardanzas, apenas el naufragio.

¿Qué diferencia perdura

de los jóvenes dioses que velaban por ti?

(Alguien sube en la muerte

como ramera enloquecida

a golpear en su grito.)

¿Y a mí qué me reclamaría jaula

en el alto desierto?

Un poco más cerca,

los hijos de amargura venden su transparencia.

¿Y por eso tallas la música

al deseo de las ánimas,

al escalofrío del bosque?

Deja entrar las plumas de tu sangre.

En esta noche hubo esfinge.

Buenos Aires, abril de 2002


PLINTO

A Carlos Fernández, en Sant Joan Despí

• Sube desde este ladrillo desunido en la gangrena.

• Escamotea los falsos esplendores.

• Hasta aquí no hubo reino, sólo harpías

• royéndome la piel y el ardor

• en los desagües de tu porvenir.

• Fisuras.

• Cruzando la mitad de la fiesta,

• ¿dónde me borran con diluvio irremediable?

• En el bautismo sólo oías los quejidos,

• el pacto hirviente de la profanación.

• ¿Y qué hiciste de aquellos jardines

• que doné a la historia de un amor tan oscuro?

• Los arrasaba el zarpazo, el error, el desvarío,

• el mutilado mediodía en las caras del hombre.

• La arena centellea en tu memoria de esfinge

• atándose al final.

• Fuiste todos porque fingías

• el crimen de la noche en una boca:

• boca de llanto de Caín hasta la sangre.

• Asqueado eres Abel frente a los hierros.

• Arrójate, inmóvil

Buenos Aires, septiembre de 2002


EL HAMBRE

Hubo que bajar hasta el pozo./El cielo era un desierto de los hombres./ Entre relámpagos bajaba, como por escaleras que se astillan, se disimulan y gimen ante un roce./¿Soñaba para despertar con lúcidas monedas del instante?/¿Para heredar la piedra preciosísima cubierta de llagas?/Dormirse sobre maderas olorosas de un presente de azogue, era el castigo./Los difuntos abren los ojos y las bocas./ Desnudo estás en la urna, desnudo y a puertas cerradas, llorando./¿Qué vino de la muerte dormirá en esta arcilla?/Lamerse la sangre./Lamer desde el principio./Lamer, lamerse./¿Y los criados y sus risas?/El que lame ronda por todos.


EL CLARO REGRESO

A Blanca del Moral


Cuando el río sube con sus desperdicios

(en la difunta alegría de lo que ha sido revelado),

la mujer abre la jaula.

Una fotografía de impaciencia dirá ser su verdugo,

pero es otra la tormenta entre bambúes;

hubiera sido preciso desterrarse

hasta el no-castigo, hasta la parálisis

de quienes moran la noche

con forma de camelia y maneras de pelícano.

Es probable la escarcha,

como el amor es probable su ácido

y las lívidas rotaciones plegadas sobre el porvenir.

Acaso el testigo,

siempre el acaso merodeador

guardará la muralla.

El altísimo, acaso, ligeramente

profanara las enredaderas de tu heroica pureza.

Se inclina un insecto.

Simulado Artaud barre los desperdicios:

La vajilla está rota,

Nishapus está en llamas.

No te prepares para el encuentro.

¿Cómo creer que lo ignora,

como si hubiera arrojado los granos

de la más fría soledad en su totem?

Nunca más recuerdos para lamer,

ni almendras dispersas.

Jamás un himno para estos perros del ayer.

Que me instiguen a huir.

Anudo la desposesión frente al prodigio.

Dejo las vanidades de este mundo.

Atrás las palabras indulgentes,

Transformadas de arriba abajo por el sacrificador.

¿Hablábamos de paraísos?

¿Cuándo me embriagaron con el nacimiento?

Aquellas fueron las frutas de tu linaje.

París, diciembre de 1996/Buenos Aires, septiembre de 2002


RETRATO DE FAMILIA

Un ciclón te aspiraba hacia abajo.

Tu cabeza se llenó de cangrejos y palabras

soplando desde la noche inicial.

¿Qué hiciste del tiempo cuando envejecías,

cuándo disfrazabas el cuerpo

con vestido de princesa para el ágape?

Se asesinaban mutuamente.

Dormían con las pieles de cordero que te cubren.

Hermana,

¿por qué asesinaste a la madre?

¿Por qué volcaron pus sobre tu vientre blanco?

¿Por qué te asesinaban?

Buenos Aires, 10-VI-1992


MANSION ARTAUD

Con lepra en la garganta,

he oído

el canto de los ruiseñores.

Era el incendio

en la cueva del ausente

hacia atrás, golpeándome.

Tajos, franjas, cenizas

sobre el limo.

¿Y quién no deja dormir

en mármoles finales

el suicidio del cuervo?

Gira el teatro

arañando la sangre

sin olvidar apenas

el esplendor litúrgico.

Devueltos, al fin,

blancos portones

devolviendo el soplo,

latiendo clausura.

Para pintar

la borra de las miasmas

cuando hace frío

y aúlla en la carne.

¿Qué? ¿Quién?

Con lepra en la garganta.

He oído.

Barniz donde se pierde

el despojo,

la insistencia y el crimen.

¡Vuelvan, vuelvan los iluminados!

Será aún el pródigo

amanecer

que imanta las horas.

Sobrenada este declive.

Magnético rayo

escalando el vacío

-irrefragable nacimiento-

hasta el vacío.

Según las caras de la esfinge,

tallarán nuestra cara.

Pero ella misma agrieta

los reflejos.

Heredad vista de cerca.

¿De un solo golpe,

la ilusión?

Los clavos en la sangre.

A despertar.

A combatir.

A encender perpetuamente.

Luz que diluvia.

Rebélense los huesos

del milagro.

Victoria, Abadía del Niño Dios,
15-18/VI/2001-Buenos Aires, 21/VI/2001