MANSION ARTAUD / EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS
TEXTOS E IMAGENS DE MANUEL LOZANO
30-08-2003 www.triplov.com
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priapolis_04


ARRANCADA EN LOS JARDINES DE SCHOUBRACH

...una rosa arrancada en los jardines
de Schoubrach.
Nerval, Aurelie


Telas sobre la prohibición, sobre la lucidez./¿Por qué interrumpen cuando la voz se suelta?/Siempre la multitud uniría el grito a la danza. ¡Qué delicioso comprender la vejez de tus mayores casi junto al sepulcro!/Cuando soy yo el que alarga su sombra, esta sombra, las guirnaldas del pozo enervan determinados recovecos donde desaparecer./Las raíces regresan para incrustarse en el marfil de las premoniciones: ¿será blanco ese umbral?/¿Habrá agujeros cayéndose al mismo tiempo que los cuerpos? ¿Encontrarás arcoiris para profanar tu olvido?/La madriguera -al instante- es un caleidoscopio.


LA TRANSFIGURACION DE LOVECRAFT

Cuando no sean necesarios los jirones

del blanco esplendor de tu vacío en fuga

-el cercano en la piedad, tal vez el pavoroso-,

ni acariciar la mano ardida de la fiesta

porque aquello ha de cumplirse en esta brisa,

gotas del nombre escarchado bajarían por la piel.

Las telarañas del delirio se clavaron aquí

por tu languidez de espinas, pródigo errante.

La perpetua geometría

lame ahora el muelle donde embriagas

la caída fabulosa de los otros.

Hay una fosa de ausencia en el encuentro.

¿Qué estuche artificial acentuará las demoras,

si señalar el fuego es tu ley,

si cubrirte de escamas tu costumbre?

Oíste el himno:

¿Pero qué acantilado recibe a las mareas?

¿Qué pálido violín con raíces frenéticas

para el nadador de naufragios?

El feto desplegaría su hechizo.

Desertaste del hombre.

Fiebre, moscas y sueños.

Un tibio, dulce olor a crimen

reconoce en mí al desolado.

París, octubre de 2001



YACENTE, EN LA HEREDAD DE LO PERDIDO


A Wole Soyinka

Abierta zoolatría, lánguida augural

chorreando entre panteones.

¿Qué luz se extiende ante mí,

deletrea un linaje pavoroso?

¿No es límpida la sed?

Las crines de tu llaga

me dicen el mar al que te inclinas.

Tragas pétalos de soledad.

Era tuyo ese mundo.

¿Qué semillas de ceguera

imantan en los ojos su exterminio?

¿Y la esfinge de hielo que perdura?

Las crines de tu llaga

me dicen el mar al que te inclinas.

Dibujos encarnizados

para decir la rendición del milagro.

La fábula asiste a la apoteosis.

En tu cena de cenizas embriagas

el fermento hostil de los cálices.

Las crines de tu llaga

me dicen el mar al que te inclinas.

Cruel bondad.

Cruel repliegue.

Parodia cruel del usurpado.

¿En qué barbarie legendaria

desentierras amor hasta el ensueño?

Las crines de tu llaga

me dicen el mar al que te inclinas.

Infatigable, yacente, tembloroso,

entregas la máscara brotando

a la profanación y al exilio.

Las raposas quieren escarnecerte.

Pero viene de adentro la luz.



VIENTO QUE NO QUEMA

Hacia la ilusión de un escondite

el enjambre ya es bosque y mendiga

terrones de certeza.

Escucha, secreto de los lobos.

Ranuras por donde derramas

leche del mundo enardecido.

¿Y el puñado de arena entre palabras?

Escucha, secreto de los lobos.

La palabra amor se hace

como piedra volcánica sin padres.

Marchitar helechos en la cueva.

Escucha, secreto de los lobos.

El ojo aspira la cera ermitaña

de viejas procesiones a la herida.

¿Mira el ojo de esta aguja a su hilandero?

Escucha, secreto de los lobos.

El viento devora oscuridad,

devora fuego.



JACOBO FIJMAN

¿Quién escarba las huellas de un reino perdido

en el agua de cenizas?

¿Quién, la sombra que vaga en un eterno presente

en que pliego mis voces debajo de esta osambre

hasta la última resurrección?

Tuve entre mis dientes la cabeza de Dios:

inmolé sus harapos.

Oí al almendro, al arce, gemir a las sirvientas,

torturar a los locos, crujir hasta el aliento.

Ciudad perdida en el relámpago, en su frío:

algo rodó por el suelo.

¿Con qué fiebre de vigía infernal

abriste, desde mi noche, las puertas del peligro?

El polvo de la fiesta es un adiós que no soborna.

¿Cómo pronunciaste los siglos que me traen estas aguas,

una alimaña en la sangre del sueño,

la roja idolatría en que me deshabito, y ardo,

y vuelvo con el resplandor de la muerte más lejos.

Una malsana luz se encendió sobre mi cara

y no pude ya respirar.