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RISA QUE MATTA
– A UN AÑO MÁS DE LA MUERTE
DEL ARTISTA UNIVERSAL
Jorge Leal Labrín

Si me refiero a Matta al interior del grupo surrealista debo establecer una relación directa con André Breton. Había mucha afinidad en la atmósfera artística al momento mismo en que éste conoce a Matta (1937). El francés descubrió rápidamente la esencia surrealista del chileno. “Es usted surrealista”, le dijo. Pero quizás una de las cualidades que más abrieron las puerta a Matta al territorio que conformaba esa pléyade de poetas y pintores, fue sin duda su risa que se expresaba en una morfología corporal total.

Sus risas son disparos de colores que queman como rocas volcánicas la blancura de la nieve. La risa acompaña siempre sus reflexiones que tienen una dialéctica “del buen sentido”. El pensamiento de Matta tiene esa cristalidad y a la vez es como una trama de arterias, de fuentes, y vertientes donde aparecen constantemente relaciones entre un sujeto y otros. Matta estaba permanentemente absorbiendo y devolviendo, como un diafragma, o un volcán que no deja de expandir energia.

AMOR VISCERAL

¿Pero qué es aquello que aproxima a Breton y Matta desde el primer momento?. Pienso que tiene que ver con las imagénes emotivas de sus infancias. Breton amaba las cosas que emanaban de lo natural. El humor también es otra condición que asemeja a estos personajes. Queda claro que para ambos la botánica, la biología y la historia, junto a los libros ilustrados desde su niñez, los remite a un exotismo que les sugiere la aventura de recorrer el mundo. Asi lo expresa Breton en su primer Manifiesto: “La infancia es quizás lo que más se aproxima a la verdadera vida”.

Algo de esto vio Breton en los dibujos del chileno Matta, con sus piedras y plantas, razón suficiente para querer adquirir algunos de ellos. El elemento poético estaba presente y transportaba a Breton hacia los simbolistas. De alguna manera en esos dibujos estaba el acto del bisturí, lo moderno, aquello que Breton buscaba desde su época de estudiante, motivado por un profesor quien le recomienda la obra de Baudelaire y de Mallarmé.

Pero además existe un hecho que confirma el vínculo espiritual que animó el primer contacto de Matta con Breton, en cuanto a la disponibilidad de este último. No es menor el hecho de que en 1918 Breton descubriese en la Biblioteca Nacional los poemas de Isidore Ducasse, llamado el Conde de Lautréamont. Esto que es para él revelador, lo compartirá con sus amigos poetas. Unos años más tarde, y desde el otro hemisferio, Matta también se sentirá subyugado por la lectura de los “Cantos de Maldoror” de este autor.

LO PREMONITORIO

Es clave lo realizado por Breton que dará origen a los “Champs magnétiques”: experiencia realizada junto a otros poetas para indagar en zonas desconocidas o vias subterráneas para liberar la escritura y el lenguaje sin acomodamiento ni censura. Junto a esto, el interés por la correspondencia y datos clinicos de Freud y de su colaborador Jung, en cuanto a que el sicoanálisis como práctica terapéutica atribuía a la palabra y el lenguaje un don revelador en la relación medico-paciente.

Breton le otorgaba importancia al hecho que estos sicoanalistas sondearan en el ámbito de la literatura y consultaran textos de Shakespeare y Goethe. Son de estas premisas que surge el automatismo como método de conocimiento, factor que será determinante posteriormente en la pintura.

Sin embargo, y sin saber del todo las implicancias del citado automatismo, Matta hacia dibujos de espacios que eran irreconocibles. Se trataba de una propuesta en vía de representación no ordinaria de la realidad, de zonas inexploradas dentro de la llamada pintura no figurativa, muy por sobre una simple abstracción. Lo de Matta tenía que ver más bien con una “déraison”: algo como la sinrazón, producto de su preocupación por los espacios y la arquitectura (su primera formación). Sus dibujos tenían esa velocidad en la ejecución; y se puede decir que eran de carácter automático. Esta característica llamó la atención de Breton en su primer encuentro. Posteriormente el francés dirá: “Matta tiene el mérito de haber extendido el campo de lo visible”.

PARÍS - NUEVA YORK

La técnica automática en Matta es apoyada por el concepto, elaborado verbalmente y luego por escrito en la morfología sicológica (1938). Ese mismo año el chileno participa en la “Exposición internacional del surrealismo” en la galería de Bellas Artes de París, junto al grupo y los nombres más fulgurantes del imaginario surrealista mundial. Esta exposición será marcada por lo onírico, la belleza erótica, y el humor oculto.

A penumbras y con una linterna en mano, cada visitante recorría las obras expuestas. Man Ray fue el encargado de la luz y Matta presentó varios dibujos realizados recientemente. Por su parte, Duchamp puso una gran cantidad de sacos de carbón en lo alto del cielo raso de la galería sobre las cabezas del público. La exposición, organizada por Breton y Paul Eluard fue un éxito y dejó perplejos al público y a los criticos. Este acontecimiento fue poco antes de la partida de Matta a Nueva York, en 1939.

A los 28 años y con todo ese aprendizaje, Matta se instala en la Novena Avenida de Nueva York. La manera en que aplicaba la técnica automática lo hacia diferente de los otros surrealistas, anteriores a Miró o Masson, quienes venían trabajando esta técnica desde los años 20. Todo esto era absolutamente desconocido en EE.UU., donde poco se sabía del surrealismo o de la abstracción radical.

Matta inventó nuevas formas a partir de sus visiones morfologicas del objeto (no es lo prosaico-delirante de Dalí, ni lo realista-poético de Magritte, ni la representación abstracta de la realidad, bajo el color-emoción de Kandinsky, ni la metafísica de De Chirico). Matta tendrá un efecto de cataclismo para los artistas norteamericanos, como lo señala Dominique Bozo.

Sobre este punto y lo que será el Expresionismo Abstracto norteamericano, Matta comentará años después a su amigo Paul Haim: “Dicen que yo he influenciado mucho a los artistas americanos. ¡Es falso! Nunca nos hemos comprendido. Todo lo que han retenido es la libertad del chorro de pintura”.

INTÍMO Y UNIVERSAL

Tuve la posibilidad de visitar a Roberto Matta Echaurren en varias oportunidades. Algunas en Tarquinia y varias veces en su departamento de Saint-Germain en París. En una oportunidad fui con mi amigo Miguel Flores Eloz con quien publicábamos una revista surrealista bilingüe y con su amiga Rosa do Santos, de origen portugués. Quienes conocían desde un buen tiempo a esta mujer se daban cuenta de aquello que la hacía particular. Al tragar saliva o al respirar, producía leves y variados sonidos que emanaban de su cuerpo. Al llegar al departamento de Matta, y sin que pasaran más de tres o cuatro minutos, Matta miró a nuestra amiga y con una cierta excitación y gozo especial por lo que venía de percibir, se dirigió a ella y le dijo: “Tu eres una caja de música con todos esos sonidos juntos… una serpiente cascabel… más bien tu eres la cristalidad”. Rememoro esto para dar una idea de como era Matta con sus interlocutores, cualquiera que fueran ellos. Te hacía sentir importante, algo muy raro de encontrar en figuras de su dimensión.

Resulta difícil entender que a Matta se le reconozca su influencia en función de que vivió o no vivió en Chile. Como lo he señalado en varias oportunidades, para algunos criticos “él es ausente de la pintura chilena”. Pero al contrario, cuando se le trata de recuperar, hablan de “nuestro pintor chileno”. Sobre este tema Matta decía: “Quisiera hablar un momento de clasificación. Ahora quieren recuperarme como pintor representativo de Chile. Es absurdo. Nunca he trabajado en Chile. Es tan ridículo como decir que Brancusi y Brauner son artistas rumanos. O que Picasso es un pintor español. En mi opinión hay que ser un pintor de la tierra, que debe tocar a los hombres que saben lo que es la tierra de los hombres. Es lo que quería significar el Surrealismo”.

Absortos en la realidad y frente a la extinción física de este notable artista, lo recordamos con las palabras de Breton: “… como en el caso de Matta el médium es a la vez el ser más despierto, más joven y más vivo que yo conozco, en él todo lo que es espectáculo de primera y no de segunda vista tiende a concebirse sobre el principio de un animismo total (…) . Lo que constituye la riqueza de Matta es que, desde sus primeras obras, poseía una gama de colores enteramente nueva, tal vez la única, en todo caso la más fascinante, que haya sido propuesta desde Matisse”. Se trata sin duda de la incursión de dos luminarias en este planeta llamado tierra.

 
Jorge Leal Labrín. Pintor/Profesor de Historia del Arte. Master Artes Plásticas - La Sorbonne, Paris.