CARLOS BARBARITO
Lunaciones

Eso que espera… 

Eso que espera al final del pasillo.

Eso que pierde consistencia a medida que me acerco.

Llego y ya no existe, es vacío, es nada.

Eso que crece a medida que me alejo.

Desde lejos, veo subir su tallo hasta casi tocar el cielo.

Lo veo cubrirse de hojas y luego de frutos.

Imagino a sus rizomas hincharse de jugo y penetrar en la tierra.

Eso que no necesita de mí para ser y no ser.

Eso que le da lo mismo que me aproxime o me distancie.

 

Que no le importa si yo duermo o velo, si yo vivo o muero.

A cierta hora, de tarde… 

A Eduardo Dalter

A cierta hora, de tarde, no dudo.

A cierta hora, la hierba es hierba

y llueve de arriba hacia abajo.

El inexplicable, inexplicado mundo

es una mesa breve, de madera de pino,

y sobre ella, un plato con una fruta cortada.

Me desvisto y estoy desnudo.

Y, desnudo, no tengo necesidad de espejo

para confirmar mi desnudez.

A cierta hora el milagro es un olor a madera.

Sólo un olor a madera en el aire.

No alguien caminando sobre el agua

o convirtiendo el agua en vino.

Soy, a esa hora, el que creo ser.

El que abre de par en par los postigos

y deja entrar la brisa, por entero perfumada.

 
 
  Alberto Giacometti, 1932
 

Incontables lunaciones y eclipses… 

Incontables lunaciones y eclipses, flujos, reflujos.

Días que nunca son monedas en la palma de la mano.

Horas que se suceden, una tras otra, hasta hacerse años.

Años a los que atrae un imán ajeno, constante y ajeno.

Alcohol que no lava la herida, venda que no logra cubrirla.

Lo que creí hierba es piedra y lo que soñé piedra es ceniza.

Lo que una vez propuse hierve en lava ardiente.

Y se consume junto con lo que callé por piedad o cobardía.


Carlos Barbarito (de Promenade, en preparación)

 
 
 
 
 

 




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