OSCAR PORTELA
Chávez en la nubes de “Úbeda”

Y hablaba y hablaba interminablemente, y en su esperanto se mezclaban Judas – el primer capitalista! (pobreteo, los capitalistas no se suicidan), Jesús, el primer Socialista, - no Fourier -, y Marx, y Fidel, y el Che, y la pobretea Evita, y Simón – no Simón Judas, sino Bolívar,- victima de sus desmedidas ambiciones, muerto traicionado por sus generales y sifilítico-, y cabrían en la ilimitada lista, con buena voluntad, la madre Teresa, la defensora del humanismo clásico doña Hebe, la del pañuelo blanco, y por supuesto, el pensador Maradona , porque esta es la patria de Alberdi, de Rosas, y hasta del manco Paz, hasta que, obligadamente le llegó, por extrañas vías discursivas, el nombre de San Martín, y también , de viaje al imperio que pretende construir, nuestro padre de la patria, el general San Martín – muy a su pesar no creía sino en imperios -, empero, olvidando al General Rozas y la batalla de “Obligado”, en la que por segunda vez los ingleses fueron expulsados de la Argentina, y en su bitácora, tampoco destacaba Martí, pero si Fidel , y esperábamos el turno de Moria, ¡ pero no llegó!

¡ Que desilusión la nuestra Discepolin! Tanta retórica vacía, tanto vacío del pensar, tanta vacuidad en medio de un desierto que se acrece, en este país, desde la Boca a Santiago del Estero, donde las vinchucas siguen haciendo estragos, mientras los marines viven cómodamente, en la cómoda lista de un país que gasta en educación, tanto como para figurar en la lista del país numero 76, y las cárceles se atestan, y proliferan los nuevos mandarines y las nuevas castas, y el poder es cada día – con el disfraz proporcionado por Hop, mas omnímodo que el de Napoleón el pequeño - y hasta el suicidio, se cobra victimas, cuando la violencia no duerme con su mejor amigo: hasta aquí, el Comandante Chávez, a quien creímos, no un aventurero, sino un defensor de los humildes, no un emulo raquítico de Mao, sino un símbolo de una raza casi extinguida, mientras hoy, tímidamente nos preguntamos, sin el fondo de su turbulento corazón, no envidia el garrote esgrimido por Tedie Rooselvet, y su no lucida revolución bolivariana, no tiene otro objetivo que “restaurar” hoy, un imperio que tenga en Venezuela su columna vertebral: por fin, diríamos entonces, alguien que como Napoleón, comprende que la historia Universal, no es la de los pueblos ni la de las naciones, sino solo la de los imperios: pero esto Chávez, verborragico, vacío, e insultando a quienes no piensan como él, lo guardó como un enigma de su estrategia, la que sostiene que el “hombre es una pasión inútil”. ¡O no?