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Oscar Portela
Narcissus

NARCISSUS - INDEX

La Piel
A Marily Morales Segovia

No Johann, no es “gris el árbol de la vida

y gris el árbol del conocimiento”: aquello que da

y florece conoce de la muerte la osadía de ser

un breve instante y en el amor bebe del cáliz de

la muerte como yo renazco del ocaso en la piel

usurpada del amante.

Quien conoce es el cuerpo.

Gramática del cuerpo del deseo y la magia de

poros abriéndose a la luz, al agua y a los rayos

que golpean las puertas de ser monadas

solo concientes de saberse ostras: es el viento

que nos lleva hacia el otro.

Los extraños camino y los acaecimientos

del azar quienes nos abren

a nosotros desnudos en el otro:

¡Oh fiestas del “candor”!.

¡Oh turbulentas siestas del verano!

¡Oh Deseos y goces, zureos de palomos en

vacíos alfeizares y la luz, la luz que tú pedías

en el cuerpo y las piernas del amado!

En el beso se enciende la amapola y

del conocimiento todo arde la vida que se extingue

en muerte para volver a sí misma

en eterno retorno de lo mísmo.

Es deseo de ser más ser

y más deseo: cuando el poro de la piel

se seca, cuando se seca el agua de la fuente,

cuando el poniente corre hacia los astros

hay vida todavía y habrá vida en esta

exangüe entrega de un cuerpo al otro

para hacerse uno.

La noche del invierno y el

poniente corre hacia las playas y mareas.

Allí duerme el delfín el la bahía. Y aquí en los

inmensos lagunares la garza blanca milagrosamente

se posa en el lapacho florecido y la quietud es todo.

Reposar en el cuerpo del amante hombre-delfín,

águila y leopardo para heridos en la lucha

órfica renacer al espacio de lo “otro” que es un viento

inasible, un mano de espuma,

una dulce mirada que es entrega y libre donación,

que es interrogación, plegaria y llamado a ser más

de lo que soy ahora que solo canto

y memorado digo lo que fui, lo que di,

dejándome fluir en líneas que son también deseo

y luces del conocimiento de la muerte.

Si me despido es porque se que estuve aquí

y en una extraña tarde no olvidada bajo un río de olvidos,

besé al amado en un extraño rito de iniciación

y entrega bajo el agua del río.

¡Ay! Y no ceso de crecer hacia lo hondo,

desde ese momento.





Oscar Portela