REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências


nova série | número 45 | abril-maio | 2014

 
 

 

EMILIO COCO

entrevistado por Marcela Meléndez

 

 

 

 

 

 

 

EDITOR | TRIPLOV

 
ISSN 2182-147X  
Contacto: revista@triplov.com  
Dir. Maria Estela Guedes  
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  Emilio Coco es uno de los grandes hispanistas que existen en la actualidad. Ha traducido y difundido la poesía de España y Latinoamérica. Su obra poética es del mayor interés en el actual panorama de la literatura italiana. En el 2003 se le concedió la orden de Alfonso X el Sabio por su trabajo y dedicación a las letras de Hispanoamérica.
   
 

-¿Qué nos puede contar acerca de su ciudad San Marco in Lamis, donde ha permanecido toda su vida y desde la cual viaja a todo el mundo? 

Yo nací en 1940 en San Marco in Lamis, un pequeño pueblo del sur de Italia, situado en el tacón de la bota, en el Parque Nacional del Gargano. Es un lugar tranquilo donde  me queda bastante tiempo para trabajar y salir por la noche con mis amigos a dar un paseo en una larga y ancha alameda que parte en dos el pueblo: la parte al este, el casco medieval, que se encarama a la montaña y la zona al oeste, más llana, donde se encuentran los nuevos edificios. En mi pueblo no hay teatros, no existen ni librerías ni círculos literarios y para comprar un libro o una revista hay que bajar a la ciudad de Foggia, que está a unos 35 kilómetros. Pero, a pesar de todo eso, me gusta vivir en mi pueblo y nunca lo cambiaría con esas ciudades tan caóticas y monstruosas donde prefieren desplazarse muchos de los poetas e intelectuales que yo conozco. para no perder los contactos con la gente que “cuenta” y poder así intercambiar favores, rascar espaldas y halagar egos. Cuando viajo a España y a América latina, siempre me piden donde vivo y para que tengan una idea de mi pueblo les leo los versos de un poema titulado: “Fotografía de San Marco in Lamis”. El poema dice así:

 

El blanco arde y araña las paredes

que bajan empinados escalones

se pierde y disemina en las casitas

en vilo sobre el monte.

Con cartabón construido a pan y agua

se encaja y desarrolla descendiendo

hacia la mar soñada tras los bosques.

 

En calle Cappellini las comadres

bordan junto a la puerta de las casas.

Pero no te ilumina el sol la carne

inquieta bajo un luto milenario

y con manos de cal me reacomodas

el pelo alborotado por el viento.

 

Grita la tarde y en tropel se expande

en la plaza, al pie de Santa Clara.

La oscuridad desclava los soportes

y el lúgubre retumbo de toneles

abre los ojos y seca la saliva.

 

Hoy he subido hasta la calle nueva.

Tras la tapia, los tejados de San Marcos.

Tengo los pantalones muy parchados
                    y la mirada arisca.

 

En Calle Cappellini, 33 se encontraba mi casa donde transcurrí los años más bonitos de mi infancia.

La traducción es del malogrado Guillermo Fernández, gran poeta y traductor mexicano, que terminó de verter al español mi libro “Escúchame, Señor” algunos días antes de que muriera trágicamente en su casa de Toluca.

 

-Usted escribió un largo y conmovedor poema escrito en homenaje a su hermano Michele, fallecido en el 2008. Sabemos que era un gran traductor de poetas griegos y latinos. 

El libro tiene como título Il dono della notte y se publicó en la editorial Passigli de Florencia en febrero de 2009, seis meses después de la muerte de mi hermano Michele. Es un texto escrito bajo el impulso de las emociones y de los recuerdos de las diecisiete noches que pasé en el hospital, cerca de su cama. Mi hermano murió de cáncer cerebral y el poemario está dedicado a él. Además de poeta era traductor de poetas clásicos latinos y griegos. El ultimo libro que publicó tres meses antes de que muriera fue la traducción de la obra completa de Catulo.
 

En Il dono della notte hay muchísimas referencias a ese mundo tan amado por él y los poetas se agolpan junto con los demás familiares alrededor de su lecho de muerte, presencias, ellos mismos, igualmente tangibles como los objetos y las personas por él queridas. Quizá este libro le hubiera gustado a mi hermano. Él era un gran admirador de mis poemas y me decía a menudo que hubiera querido escribir los suyos con la misma espontaneidad y la misma sencillez con las cuales yo escribía los míos. Yo, en cambio, envidiaba la bella forma y la clásica elegancia de sus versos. “Dime que un día escribiremos juntos / el más hermoso libro de poemas. / Yo pondré mis palabras más humildes / tú la magnificencia de la forma / que heredaste de los antiguos griegos.” Así escribo en uno de los cuarenta y cuatro poemas que integran mi libro. Estoy seguro de que Il dono della notte lo hemos escrito juntos. Ha sido él que me ha dictado los versos más hermosos. 

 

-¿Qué opinión le merece la poesía italiana actual, tomando en cuenta que ha realizado varias antologías, sobre todo de las últimas generaciones? 

Como traductor y como crítico, conozco bastante bien la realidad poética de mi país. He publicado en España seis antologías de poesía italiana contemporánea y otra en México. Es un trabajo ímprobo, porque es raro que se conozcan bien las dos lenguas, el italiano y el español. A veces el que se alaba de saber bien la una y la otra, termina por cojear en ambas. Sea como fuera, traducir a una lengua que no es la tuya propia, es muy gratificante si la operación final resulta de buen nivel. Volviendo a su pregunta, la poesía italiana actual posee, a mi parecer, una singular vitalidad y orientación dentro de Europa. Alterna coherentemente varias vías de expresión, que han renovado lingüísticamente el género: la estética realista, de sentido ético y capacidad crítica; la escritura artística lacónica y altamente lírica, fragmentaria y subjetiva; las experiencias neovanguardistas del grupo 63 y de los “Novissimi”. Me atrevería a afirmar que, por su riqueza y calidad expresiva, la poesía italiana está, en este momento, entre las mejores, quizás la mejor, de Europa. Quisiera añadir algo más sobre la poesía de los jóvenes. Yo publiqué en octubre de 2008, en la editorial Sial de Madrid, una exhaustiva antología titulada Jardines secretos. Joven Poesía Italiana, en la que se incluyen a 27 jóvenes poetas italianos. La poesía emergente en Italia es muy rica. Yo siempre digo que a los jóvenes lo que hay que exigirles es rigor en su trabajo y respeto por él, pero a partir de ahí ellos tienen que responder a su tiempo y de acuerdo con sus propias necesidades. A mí me parece triste el ejemplo de poetas maduros que desprecian lo que viene por detrás, que se creen que la poesía acaba con ellos, que les van a quitar algo. Yo valoro mucho el trabajo de gente joven. 

 

-Usted tradujo y publicó a varios poetas españoles y universales con una casa editorial de Bari. ¿Cómo nace este interés por la poesía en lengua castellana? 

Estaba loco por la poesía de Federico García Lorca cuando tenía veinte años y me sabía de memoria su “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Luego vinieron Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, Guillén, Aleixandre, Cernuda, Salinas y Alberti. El encuentro con los poetas más recientes lo tuve gracias a la amistad de Luis García Martín, que me enviaba, allá por los años 80, desde Avilés su mítica revista “Jugar con fuego” y que con el regalo de su antología Las voces y los ecos publicada precisamente en 1980 en las ediciones Júgar, me permitió acercarme al panorama poético español de aquellos años. Mantuve con José Luis un carteo muy frecuente, luego nuestra amistad se fue aflojando y hoy casi no nos escribimos. Llevo casi cuarenta años traduciendo poesía española. Mi primera antología de poesía española salió en 1980. Se titulaba Cinco pesetas de estrellas e incluía a 14 poetas. Algunos de ellos que por aquel entonces eran casi desconocidos producirían, a lo largo de los años, una obra de gran envergadura, como Luis Alberto de Cuenca, Clara Janés o Ana Rossetti.

Yo dirijo una colección de poesía en la editorial Levante de Bari, que se llama I Quaderni di Abanico y soy editor de I Quaderni della Valle. En la primera se editan sobre todo libros de poetas españoles, con la sola excepción de una antología del mexicano Héctor Carreto. La segunda acoge a poetas de todo el mundo, clásicos y modernos. En ella salieron varias de las traducciones de mi hermano (Safo, Anacreonte, Asclepiades, Arquíloco, Mimnermo, Alcmán, etc), poetas portugueses (Casimiro de Brito), franceses (Raymond Farina),  argentinos (María Negroni y Mercedes Roffé), corsos, vascos, cubanos y, por supuesto, muchos italianos y españoles.  

 

-Salvo Neruda, Vallejo, y otros pocos, la poesía latinoamericana es casi desconocida para un gran circuito de lectores italianos. Lo mismo pasa en Latinoamérica con la poesía de su país. A excepción de los nombres clásicos hay un desconocimiento casi total de los poetas que empezaron a publicar a partir de la posguerra. ¿A qué debe este hecho lamentable? 

En Italia, con excepción de pocos grandes ya clásicos, como Neruda, Octavio Paz o Juan Gelman, la poesía latinoamericana es semiclandestina y encomendada a iniciativas ocasionales. Son dos mundos –el latinoamericano y el italiano– que, aun teniendo múltiples puntos en común, viven casi de espaldas, ignorándose arrogantemente. ¿A qué se debe esto? La cultura y también la poesía en Italia están monopolizadas por grupos limitados. También para la poesía cuenta el “poder” del idioma en que ella se expresa. ¿Por qué traducir a un gran poeta chileno o mexicano?, dicen algunos. Es mejor presentar a un mediocre poeta estadounidense, porque puede ser más “rentable”.   

 

-En relación con la pregunta anterior, sabemos que usted en los últimos años ha sido un puente fundamental para amortizar esta situación pero estará de acuerdo que se necesita sumar nuevas fuerzas que asuman esta labor de traducción y difusión por parte de ambos lados. 

Mi deseo es que todos juntos convengamos en la necesidad y en la urgencia de un mayor acercamiento de las relativas poesías, favoreciendo un más intenso intercambio cultural entre los países latinoamericanos e Italia. 

 

-¿Cuánto terreno le gana el traductor al creador, considerando que usted dedica bastantes horas de su tiempo a este trabajo?

Muchísimo. Yo he dedicado a los demás la práctica totalidad de mi vida literaria. Cuando me preguntan sobre mi quehacer poético, yo contesto, bromeando, que escribo poesía cuando me canso de traducir, lo que pasa muy raramente. Los primeros versos de mi vida  los escribí cuando tenía nueve años, con ocasión de la muerte de mi padre. Mi madre había muerto un año antes. Esos versos los recogí luego en un poema que se titula ‘Eravamo tre piccoli fratelli’, cuya versión española se puede leer en el libro La memoria del vuelo, publicado por la madrileña editorial Sial en 2002. En realidad, para mí, escribir versos no ha sido nunca una ocupación predominante. Empecé muy tarde, a los cincuenta años, porque quería introducir una nota de distinción en mi biobibliografía. Después de escuchar mis traducciones de los poetas españoles, todo el mundo me decía: «¡Seguro que usted es un poeta!». Y yo me sentía en la obligación de desmentirles, pero añadía en mi defensa: «No es necesario saber escribir versos. Basta con tener la sensibilidad del poeta». Pero me daba cuenta de que tenía que contestar de otra forma: «Sí, ¡yo también soy poeta!». Esta comedura de coco la he sintetizado en los seis versos de un poema que se titula precisamente “Poeta, antólogo y traductor”, que dice así:

Tus versos no valen un pimiento

de esto eres consciente pero te sirven

para la nota del próximo cuaderno

sobre las poetisas iberoamericanas

que podrás comenzar de este modo:

Antólogo, poeta y traductor.

 

Un crítico italiano ha escrito que estos versos «escarnecen hasta la autodestrucción benéfica las costumbres de la comunidad literaria». Sin embargo, no era esta mi intención. Decía antes que la poesía no se ha apoderado nunca de mí totalmente. La he considerado siempre como algo que podía dar más brillo a mi actividad de crítico y traductor. Pero he de confesar que mi relación con ella ha sido siempre conflictiva e incluso me ha hecho sufrir, porque se me ha entregado con cuentagotas y no me ha regalado nunca un verso estupendo, uno de esos versos que sólo los grandes saben escribir. He hecho de todo para ganarme su confianza, para luego echarle en cara su infidelidad, he intentado violarla, estrangularla y al final le he cerrado la puerta en las narices, pero nada. He seguido amándola con un amor profundo, así como se quiere a un hijo con quien la naturaleza ha sido poco generosa y que te da vergüenza sacar a la calle para evitar la compasión o la satisfacción más íntima de los amigos frente a tus desgracias. 

 

-Su relación con México ha sido entrañable. Llega por primera vez a este país invitado al Encuentro de Poetas del Mundo Latino y desde entonces ha vuelto en varias ocasiones. Ha traducido y antologado a poetas mexicanos y los ha publicado en editoriales italianas. Esto marcó un giro definitivo en su interés hacia otra poesía. 

Sí, llegué por primera vez a México en 2008. Volví en 2009, 2010 y 2011, siempre como poeta invitado al Encuentro de Poetas del Mundo Latino. En 2011 me homenajearon con una medalla de plata por “mi gran labor como traductor de la poesía mexicana”. Es un reconocimiento que me enorgullece mucho. Fue precisamente a raíz de mi primer viaje a México cuando empezó a cuajarse mi interés por la poesía latinoamericana. Allí conocí a muchos poetas peruanos, colombianos, chilenos, argentinos y sobre todo mexicanos. Y pude apreciar en todos ellos una originalidad de temas y una frescura de lenguaje que difícilmente se encuentra en la poesía europea.

Últimamente, junto con un pequeño y combativo editor de Foggia, hemos creado la colección “Uni-versos” donde se publican sobre todo antologías y libros de poetas latinoamericanos. Han salido ya traducciones de Marco Antonio Campos, José Ángel Leyva, Hugo Gutiérrez Vega, Jorge Valdés Díaz-Vélez, Víctor Manuel Mendiola, Víctor Rodríguez Núñez, Luis Armenta Malpica, Juan Manz, Luis Benítez, entre otros, y las antologías de poesía mexicana, ecuatoriana, argentina, nicaragüense, de la República Dominicana, por no hablar de las varias traducciones dispersas en revistas y periódicos. 

 

-De lo que conoce y ha traducido de la poesía latinoamericana ¿qué autores le han llamado más la atención? 

Los mexicanos Hugo Gutiérrez Vega, Marco Antonio Campos y José Ángel Leyva; los colombianos Juan Manuel Roca y Jotamario Arbeláez; el argentino Jorge Boccanera; el cubano Víctor Rodríguez Núñez, pero también los jóvenes como el chileno Mario Meléndez y el mexicano Alí Calderón. 

 

-¿Qué nos puede decir acerca de su último libro de poemas El don de la noche publicado recientemente en México? 

El libro que me publicó mi entrañable amigo José Ángel Leyva en la colección “Temblor de  Cielo” se titula precisamente El don de la noche y otros poemas y se enriquece con un prólogo de otro querido amigo Marco Antonio Campos. El libro, preciosamente editado, incluye mi traducción de Il dono della notte y una selección de poemas de otros libros.  

 

-¿Cuáles son sus actuales proyectos de traducción? ¿Está preparando alguna nueva antología?  

Estoy reuniendo materiales para una antología de poesía venezolana traducida al italiano. 

 

 

Emilio Coco, nacido en San Marco in Lamis (Foggia, 1940), es  hispanista, traductor y editor. Entre sus trabajos más recientes destacan: Antologia della poesia basca (Crocetti, Milán, 1994), tres volúmenes de Teatro spagnolo contemporaneo (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 1998-2004), El fuego y las brasas. Poesía italiana contemporánea (Sial, Madrid, 2001), Los poetas vengan a los niños (Sial, Madrid, 2002), Poeti spagnoli contemporanei (Edizioni dell’Orso, Alessandria, 2008), Jardines secretos (Sial, Madrid, 2008), Antologia della poesia messicana contemporanea (Sentieri Meridiani, Foggia, 2009), La parola antica (Nove poeti indigeni messicani) (Edizioni dell’Orso, 2010), Antologia della poesia ecuadoriana contemporanea (Sentieri Meridiani, Foggia, 2011), Dalla parola antica alla parola nuova. 22 poeti messicani d’oggi (Raffaelli, Rimini, 2012). Come poeta ha pubblicato: Profanazioni (Levante, Bari, 1990), Le parole di sempre (Amadeus, Cittadella, 1994), La memoria del vuelo (Sial, Madrid, 2002), Fingere la vita (Caramanica editore, Marina di Minturno, 2004), Contra desilusiones y tormentas (Ediciones Fósforo, Ciudad de México, 2007), Il tardo amore (LietoColle, Falloppio, 2008, traducido al español, al gallego y al portugués, Premio Caput Gauri, 2008), Il dono della notte (Passigli, Florencia, 2009, Finalista Premio Pontedilegno Poesia, Premio Alessandro Ricci-Città di Garessio, Premio Città di Adelfia, Premio Metauro, Premio della Giuria “Alda Merini”), El don de la noche y otros poemas (“Temblor de Cielo”, La Otra, Ciudad de México, 2011), Ascoltami Signore (Edizioni dell’Orso, 2012, traducido al español por Guillermo Fernández con el título Escúchame, Señor, Mantis Editores, Guadalajara, 2012) y algunas plaquettes.  Dirige las colecciones I Quaderni di Abanico (Levante Editori, Bari) y Uni-versi (Sentieri Meridiani Edizioni, Foggia) y es editor de I Quaderni della Valle. Entre las muchas distinciones y premios que ha recibido sobresalen el Premio de ensayo y traducción Annibal Caro y el Premio Proa a la trayectoria poética.  En 2003 el rey de España Juan Carlos I le otorgó la encomienda con placa de la orden civil de Alfonso X el Sabio. En 2010 ha recibido la condecoración “Alejo Zuloaga” de la Universidad de Carabobo en Venezuela. En 2011 el Colegio de México le concede una medalla de plata por su trabajo de traductor de autores mexicanos. Ha participado en muchos festivales de poesía en España, Francia, Turquía, Argentina, Venezuela Nicaragua, Colombia, México y Ecuador. Ha sido traducido al español, portugués, gallego, francés, húngaro, lituano, turco, árabe y corso.

 

 

© Maria Estela Guedes
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