Umberto Saba
Poemas de Umberto Saba
Selección y traducción de Rodolfo Alonso

TENÍA

De una borrasca innoble aquí llegado
a hospitalaria casa, me asomo
--libremente por fin-- a la ventana.
Miro en el cielo pasar nubes,
blanquearse el gajo de la luna.

Palazzo Pitti enfrente. Y me hago
vanas viejas preguntas: ¿por qué, madre,
me has traído al mundo? ¿Qué hago ahora
que soy viejo, que todo se renueva,
que el pasado es escombros, que en la prueba
impar me encontré ante espantosos
hechos? Viene al menos la fe aún
en la muerte, que todo ella resuelva.

Tenía el mundo para mí; tenía lugares
del mundo en que era salvo. Tanta
luz en ellos he visto que, a ratos,
era una luz yo mismo. ¿Recuerdas,
tú de jóvenes amigos el más caro,
tú casi un hijo para mí, y que sin embargo
no sé dónde ni si estás, que a veces
prisionero te pienso en la tierra
escuálida, en manos enemigas? Vergüenza
me da entonces de este poco alimento,
del hospitalario provisorio techo.
Todo me lo llevó el fascista abyecto,
y el ávido alemán.

Tenía una familia, una pareja;
la buena, la maravillosa Lina.
Está viva aún, pero al reposo dada
más de lo que años le imponen. Y un ansia
piadosa me da de verla todavía,
atareada no en sus casas, el fuego
alimentar de escasa leña. De otros
tiempos al doloroso recuerdo el corazón
se aprieta, remordiéndome, en el pecho.
Todo me lo llevó el fascista abyecto,
y el ávido alemán.

Tenía una niña, hoy una mujer.
Veía en ella de mí la mejor parte.
El tiempo funesto encontró aún el arte
de apartarla de mí, que la raíz
en mí ve de sus males, ni ya el ojo
me quiere, azul, con el usual afecto.
Todo me lo llevó el fascista abyecto,
y el ávido alemán.

Tenía una ciudad entre los montes
rocosos y el luminoso mar. Mía
porque ahí nací, más que de otros mía
que joven la descubrí, y adulto
por siempre con Italia la desposé en el canto.
Vivir se debía. Y yo por tanto
entre los males elegí el más digno:
de antiguos libros raro negocito.
Todo me lo llevó el fascista abyecto,
y el ávido alemán.

Tenía un cementerio en que mi madre
duerme, y los viejos de mi madre. Bello
como un jardín; ¡cuántas veces allí
me refugiaba en mi pensar! Oscuros
exilios largos, tristes hechos, aquel
incierto jardín muestran y aquel lecho.
Todo me lo llevó el fascista abyecto
-- hasta la tumba-- y el ávido alemán.

(1944)