FREI LUÍS DE GRANADA

INTRODUCCIÓN DEL SÍMBOLO DE LA FE
Extractos
 

Introducción del Símbolo de la Fe:
Fray Luis de Granada

Capítulo V
Del sol y de sus efectos y hermosura

Cap. V: 1

VI.- Ni es para dejar de notar la orden con que estos cuatro tiempos suceden unos a otros, de que el mismo sol con su ordenado movimiento es causa. Porque como los extremos de ellos sean invierno y estío, si después del invierno no se siguiera luego el ardor del estío, no pudieran dejar de recibir daño los cuerpos, porque la naturaleza no sufre extremadas mudanzas. Pues por esto ordenó el Criador que de tal manera se moviese el sol, que fuese causa de entremeterse otros tiempos más templados en medio. Y así, entre el frío del invierno y el ardor del estío se entremete el verano en medio, que tiene parte de los dos extremos por ser húmido y caliente, y así pasa el hombre del un extremo al otro sin peligro. Y el mismo inconveniente se siguiera, si después del ardor del estío sucediese luego el frío del invierno. Y por eso se atraviesa de por medio el otoño, para que poco a poco se vaya el cuerpo disponiendo para los fríos del invierno.

VII.- El mismo sol con su presencia y ausencia reparte el tiempo en días y noches, y todo para nuestro provecho, porque, si siempre fuera día, no se conocieran las edades de los hombres y la cuenta de los tiempos. Mas ahora hacemos un día del día y de la noche, y de siete días y noches una semana, y en poco más de cuatro semanas está el sol en uno de los doce signos y, estos andados, se hace el año solar. Y no es menos provechosa la desigualdad proporcionada de los días y de las noches para los frutos de la tierra. Porque las noches grandes y días pequeños del invierno sirven para que las plantas arraiguen mucho con el frío de la noche larga (según dijimos) y crezcan poco con el poco calor del día breve. Mas cuando ya es tiempo que crezca lo que está bien arraigado, acórtanse las noches, y crecen los días, para que con el calor mayor de los días mayores vayan poco a poco creciendo y medrando las plantas. Y de esta manera los días y las noches se conciertan como dos hermanas para servir al hombre, y viven en paz, restituyendo cada cual el espacio mayor que tomó en un tiempo, diminuyéndolo en otro, conservando igualdad en el todo, entre la desigualdad en las partes.

Y aunque el día sea de mayor provecho para los ejercicios y uso de la vida humana, mas tampoco carece la noche de sus frutos. Porque con la templanza y el rocío de la noche se refrescan los sembrados y las plantas en los días calurosos y grandes. En la noche descansan los cuerpos de los hombres y de los animales, cansados de los trabajos del día. En la noche, cesando el uso de los sentidos se recoge el calor natural para entender en el cocimiento y digestión del manjar, y repartirlo por todos los miembros, dando a cada uno su ración. La noche también desparte los ejercicios sangrientos, y cesa el enemigo de seguir el alcance de su contrario. En la noche salen de sus cuevas las bestias bravas a buscar de comer. Por lo cual el Profeta alaba a la divina providencia, diciendo en el Salmo: «Pusiste, Señor, tinieblas, y hízose la noche, en la cual salen las bestias de las montañas y los cachorros de los leones bramando y pidiendo a Dios que les dé de comer. Mas saliendo por la mañana el sol, vuélvense a recoger, y enciérranse en sus cuevas y madrigueras. La noche es el tiempo más conveniente para recogerse también el hombre», y dar paso a su ánima, en la cual, libre de los cuidados y negocios del día, pueda vacar en silencio a Dios y cantar sus alabanzas, como dice el Profeta. En el día reparte Dios sus misericordias, y en la noche pide sus loores. A los cuales convida el mismo Profeta más en particular «a los que moran en la casa del Señor, diciendo que en la noche levanten sus manos a cosas santas, y bendigan al Señor». Y no se salía él afuera de lo que a otros aconsejaba (aunque era rey, y tan ocupado) cuando dice se levantaba a la media noche a alabar a Dios. A este mismo oficio nos convida también Jeremías por estas palabras: «Levántate de noche al principio de las vigilias, y derrama como agua tu corazón delante de Dios», esto es: represéntale todas las necesidades que sientes en tu ánima, y pide remedio para ellas al Señor. En este tiempo levantaba su espíritu a Dios el profeta Esaías, como él lo declara cuando, hablando con él, dice: «Mi ánima, Señor, te deseó en la noche, y con mi espíritu y con mis entrañas en la mañana velaré a ti». En la noche clara y serena despierta el corazón humilde su devoción, mirando la hermosura de la luna clara y, en ausencia de ella, la de todas las estrellas, que callando y centelleando predican la hermosura de su Criador, y con la diversidad de su claridad nos enseñan la variedad de la gloria y la hermosura de los cuerpos gloriosos, que se verá el día de la resurrección general, como el Apóstol dice.

Pues todas estas cosas, y muchas otras que callamos, obra esta hermosísima y resplandeciente lámpara, demás de dar luz a todo cuanto Dios tiene criado en los cielos y en la tierra, y junto con esto dar calor a todo el mundo, sin que haya quien se pueda esconder de él. Pues, ¿qué mano fuera poderosa para pintar y esclarecer un hermoso espejo, una tal lumbrera, tal lámpara, tal antorcha, que bastase para alumbrar a todo el mundo? Por lo cual con mucha razón lo llama San Ambrosio ojo del mundo, pues sin él todo el mundo estaría ciego, mas por él todas las cosas nos descubren sus figuras.

VIII.- Finalmente, tales son las propiedades y excelencias de esta estrella, que con no ser las criaturas, como dicen, más que una pequeña sombra o huella del Criador (porque sólo el hombre y el ángel se llaman imagen de Dios), todavía entre las criaturas corporales, la que más representa la hermosura y omnipotencia del Criador en muchas cosas, es el sol.

1.- Y la primera: que con ser una estrella sola, produce de sí tan gran luz, que alumbra todo cuanto Dios tiene criado desde el cielo hasta la tierra, de tal manera que aun estando en el otro hemisferio debajo de nosotros, da luz a todas las estrellas del cielo. Y su virtud es tan grande que penetra hasta las entrañas de la tierra, donde cría el oro y las piedras preciosas, y otras muchas cosas. Lo cual nos servirá para que en alguna manera entendamos cómo Dios nuestro Señor, con su presencia y esencia, hinche cielo y tierra, y obra todas las cosas, pues fue poderoso para dar virtud a una criatura corporal para que de la manera susodicha extendiese su luz y su eficacia por todo el universo;

2.- Así que el sol alumbra todo este mundo, y de su Criador dice San Juan que alumbra a todo hombre que nace en este mundo;

3.- El sol es la criatura, de cuantas hay, más visible, y la que menos se puede ver (por la grandeza de su resplandor, y flaqueza de nuestra vista) y Dios es la cosa más inteligible de cuantas hay en el mundo, y la que menos se entiende, por la alteza de su ser, y bajeza de nuestro entendimiento;

4.- El sol es entre las criaturas corporales la más comunicativa de su luz y de su calor, tanto que si le cerráis la puerta para defenderos de él, él se os entra por los resquicios de ella a comunicaros el beneficio de su luz. Pues, ¿qué cosa más semejante a aquella infinita Bondad, que tan copiosamente comunica sus riquezas a todas las criaturas, haciéndolas, como dice San Dionisio, cuanto sufre su naturaleza, semejantes a sí, y buscando muchas veces a los que huyen de él?;

5.- De la claridad grande del sol reciben claridad y virtud para obrar todas las estrellas, y de la plenitud y abundancia de la gracia de Cristo nuestro Salvador, reciben luz y virtud para hacer buenas obras todos los justos;

6.- El sol produce cuantas cosas corporales hay en este mundo, y aquel soberano Gobernador, así como todo lo hinche, así todo lo obra en los cielos y en la tierra, y así concurre con todas las causas, desde la mayor hasta la menor, como primera causa, en todas sus operaciones;

7.- Finalmente la presencia del sol es causa de la luz, y la ausencia es causa de las tinieblas, y la presencia de Cristo en las ánimas las alumbra y enseña, y muestra el camino del cielo, y descubre los barrancos de que se han de apartar, mas, estando él ausente de ellas, quedan en muy oscuras y espesas tinieblas, y así tropiezan y caen en mil despeñaderos de pecados, sin saber lo que hacen ni a quién ofenden, y en cuán gran peligro de su salvación viven los que así viven.

En todas estas cosas nos representa esta noble criatura las excelencias de su Criador. De lo cual maravillado aquel divino cantor, después de haber dicho que «los cielos y las estrellas predicaban la gloria de Dios», desciende luego a tratar en particular del sol, comparando su hermosura con la de su esposo que sale del tálamo, y la fortaleza y alegría y ligereza de él con la de un gigante, con la cual sale del principio del cielo, y corre hasta el cabo de él. El cual verso declara un intérprete por estas palabras: Después que hayas rodeado con los ojos y con el ánimo todas las cosas, hallarás que ninguna hay tan esclarecida y que tanta admiración ponga a los hombres como el sol, el cual es gobernador de todas las estrellas, y conservación y salud de todas las cosas corporales. Y allende de esto, ¿qué figura más alegre y hermosa se puede ofrecer a nuestros ojos que la del sol, cuando sale por la mañana? El cual, con la claridad de su resplandor, hace huir las tinieblas, y da su color y figura a todas las cosas, y con ellas alegra los cielos, y la tierra, y la mar, y los ojos de todos los animales. De modo que podemos comparar su hermosura a la de un lindísimo esposo, y su fuerza y ímpetu a un gigante. Porque con tanta ligereza se revuelve de Oriente a Occidente, y de ahí a la otra parte del cielo, que con una revolución hace día y noche, unas veces mostrándonos desde lo alto de sus clarísimos y resplandecientes rayos, y otras escondiéndose de nuestros ojos, y ocupando todas las regiones del aire, sin haber lugar a donde no llegue su claridad. Porque esta estrella rodea con sus clarísimas llamas todas las obras de la tierra, dando al mundo un saludable calor de vida, con que sustenta y hace crecer todas las cosas. Mas ya dejemos al sol, y vengamos a su compañera la luna.

 
 
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