Procurar textos
 
 

 

 

 







ANDRÉS GALERA

Dpto. Hª de la Ciencia, Instituto de Historia, CSIC
proyecto de investigación BHA2003-01429
artículo publicado en la revista Endoxa año 2004

EL CONCEPTO BIOLÓGICO DE NATURALEZA
UN INSTRUMENTO COGNITIVO (fim)

.
LA EVOLUCION
.

Y de esta investigación surge la pregunta ¿qué lugar ocupamos en la naturaleza? El interrogante es tan sencillo de plantear como difícil de resolver pues consiste en explicar qué es El fenómeno humano , tal y como lo calificó Teilhard de Chardin en un libro de análogo título (1). Hasta el siglo XVIII la cuestión se soslayó con facilidad y el Homo sapiens es la especie elegida por la divinidad creadora, pero en las centurias venideras los científicos hemos perseverado en demostrar la hipótesis contraria apoyándonos en la teoría de la evolución. Finalmente el mono bajo del árbol.

Desde la primera página de El origen del hombre Darwin no duda del ascendente humano a partir de alguna forma inferior, particularmente de los simios (2). Los centenares de páginas restantes remarcan la importancia de una hipótesis transcendente tanto a nivel social como científico. Tan comprometido parentesco del hombre con el simio fue relegado en El origen de las especies , pero Thomas Huxley pronto lo sacó a relucir (3) y Darwin comprendió la necesidad de iluminar este tenebroso capítulo de su libro (4). La evolución irracionalizó el pedigrí humano, pero también alimentó el fuego fatuo de una civilización jerarquizada justificándose científicamente la discriminación antropológica bajo el paraguas del determinismo biológico: antropología criminal, biotipología, neodarwinismo social, son buenos ejemplos. La falsa medida del hombre la denominó Stephen Gould (5), y con ella convivimos peligrosamente.

Bajo un criterio antropocéntrico, sustituir el ascendente divino por un parentesco antropomorfo no es una opción atrayente. Las ocurrentes burlas hacia Darwin motivadas por la semejanza podemos calificarlas de egocéntricas, pues admitir la hipótesis es una renuncia de clase, la que otorga ser la especie elegida por Dios para el disfrute de las maravillas terrenales, y la humildad no es uno de nuestros rasgos característicos. Pero la paleontología se ha mostrado inmisericorde y con mejor que peor talante nos hemos visto en la obligación de aceptar los hechos. Ahora nuestro origen discurre por un proceso de hominización que se remonta al período Cenozoico. Ramapithecus , Australopithecus afarensis , Australopithecus gracilis , Australopithecus Robustus , Homo habilis , Homo erectus , y Homo sapiens neanderthalensis , son algunos de los productos que nos precedieron en una cadencia evolutiva de la que períodicamente se descubren nuevos especímenes ilustrativos del espacio transformista que nos amamantó. En este proceso de hominización adoptar la posición erecta fue un cambio sustancial para aumentar los recursos técnicos de la especie y comenzar a independizarse del medio. Si aplicamos un estricto criterio energético resulta casi obligado afirmar, como hace Faustino Cordón en su libro, que Cocinar hizo al hombre (6). Cuando, casualmente, un grupo de homínidos aprendió a controlar el fuego y, posteriormente, lo emplea como fuente calorífica para modificar los alimentos, el homínido se hace autótrofo, adquiere la capacidad de elaborar su comida incrementando exponencialmente sus posibilidades de supervivencia. La historia ya la contaba el romano Lucrecio Caro en un poema titulado La naturaleza, escrito allá por la década de los años 60 antes de Cristo. Lucrecio recrea con sus versos la fantasía de una primigenia especie humana surgida de la dura tierra, y como ella de sólida constitución, deambulante por bosques y praderas practicando el conocido juego de la subsistencia que, descubierto el fuego e imitando la maduración de los frutos silvestres por la acción del Sol, aprendió a cocer y ablandar los alimentos con el calor de la llama (7). Por la senda del saber, la antaño especie elegida se convierte en dominante y hoy nuestro parentesco con los simios resulta lógico, incluso conveniente para justificar nuestro comportamiento. Ya no ambicionamos ser los elegidos de Dios sino emularle y superarle. Somos el dios en miniatura anunciado por Pierre Grassé (8) y hemos tomado la firme decisión de confirmar las descorazonadoras palabras del filósofo Michel de Montaigne: No hay nada más cierto que la incertidumbre, ni nadie más miserable y más orgulloso que el hombre .

.
Notas
(1) Teilhard de Chardin, Le phénomène humain , París, Seuil, 1955.

(2) Ch. Darwin, The descent of man and selection in relation to sex , Londres, John Murray, 1871.

(3) T. H. Huxley, Evidence as to man's place in nature , Londres, Williams and Norgate, 1863.

(4) Darwin concluyo On the Origin of species reflexionando que las investigaciones futuras <<Light will be thrown on the origin of man and his history>> (Londres, Murray, 1859, p. 488).

(5) S. Jay Gould, The mismeasure of man , Nueva York, Norton, 1981.

(6) Faustino Cordón, Cocinar hizo al hombre , Barcelona, Tusquets, 1980.

(7) Lucrecio Caro, La naturaleza , Madrid, Akal, 1990, pp. 303, 309.

(8) Pierre Grassé, Toi ce petit dieu , París, Albin Michel, 1971.