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ANDRÉS GALERA

Dpto. Hª de la Ciencia, Instituto de Historia, CSIC
proyecto de investigación BHA2003-01429
artículo publicado en la revista Endoxa año 2004

EL CONCEPTO BIOLÓGICO DE NATURALEZA
UN INSTRUMENTO COGNITIVO (4)

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LA IMAGEN
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Elegir una imagen que represente el orden natural no parece tarea fácil, sin embargo el problema tuvo una temprana y exitosa solución. Desde antaño la escala natural o cadena de los seres fue el grafismo elegido para representar la naturaleza (1). La secuencia se obtiene comparando las diferentes formas materiales que pueblan la Tierra. El resultado del análisis es una interpretación intuitiva que relaciona y ordena los objetos naturales atendiendo a su semejanza estructural, y define una secuencia lineal tipológica de complejidad creciente. La idea es sencilla e inocua, consiste en representar el orden natural atendiendo a la morfología y utilizando la noción de progreso y perfección para explicar la diversidad de formas y funciones. Cada nivel de la secuencia representa una unidad material que se diferencia de las contiguas en pequeños matices identificativos, permitiendo el solapamiento de los diferentes grupos minerales, vegetales y animales que conforman la serie mediante ambiguas formas intermedias. De esta gradación se deduce la existencia de un plan vital que la naturaleza modela bajo mil y una formas. Por ejemplo, según el esquema del naturalista suizo Charles Bonnet (2), uno de los adalides ideológicos, el agua, el aire, el fuego, y la tierra -los consabidos cuatro elementos-, dan paso a los metales y minerales. La cadena prosigue a través de las madréporas y corales y avanza con los mohos y líquenes hacia un reino vegetal conformado por hierbas, arbustos, y árboles. El tránsito al reino animal se realiza con el grupo de los plantanimales, representado por especies como la hidra, la medusa, la anémona, la esponja y la estrella de mar. La secuencia continúa con las numerosas especies de insectos, moluscos, peces, pájaros y cuadrúpedos, hasta llegar al hombre. El resultado es una exitosa representación escalonada de los objetos naturales, imagen atrayente por su simplicidad y la verosimilitud de una hipótesis que los ojos perciben.

Históricamente, como doctrina filosófica, la cadena de los seres se remonta al clasicismo griego. Platón y Aristóteles la definieron atendiendo a los principios de plenitud y continuidad. Plenitud significa diversidad, representa la multiplicidad de formas vivas que pueblan la Tierra. Tal y como plantea el ideario platónico, cualquier objeto capaz de existir lo hace realmente. El aristotélico principio de continuidad establece la correspondencia entre los objetos naturales, predice el solapamiento de una especie y sus vecinas, distinguibles por pequeñas diferencias que colocan a una delante de la otra siguiendo una sucesión lineal donde los seres vivos van apareciendo cada vez más dotados de vida y movimiento. En consecuencia, la cadena de los seres representa un modelo teleológico dirigido por la perfección orgánica que, restringido al ámbito terrestre, culmina con el hombre, y como teoría cosmogónica invade el espacio sideral teniendo a Dios como causa primera y última. Según Voltaire la cadena es una hipotética <<gradación de seres que se elevan desde el más ligero de los átomos hasta el Ser supremo >> (3). Durante el siglo XVII Locke y Leibniz recuperarón el ideario, y durante la Ilustración naturalistas y filósofos como Vallisnieri, Spallanzani, Buffon, Needham, Robinet y Bonnet, lo defienden incorporando a la cadena la visión transformista característica de la historia natural durante gran parte de la centuria. El resultado fue una representación lineal de la naturaleza dotada ya de incipientes ramificaciones, todavía escasas y dudosas, propias de la teoría de la evolución. << ¿La Escala Natural se ramificará al elevarse? ¿Los insectos y los moluscos serán dos ramas laterales y paralelas de este tronco? >>, duda Bonnet proyectando una imagen esquemática del futuro árbol evolutivo (4). El propio Darwin asimiló la idea, opinaba que las sutiles diferencias entre especie, subespecie, variedad, e individuo <<pasan de unas a otras formando una serie continua, y una serie imprime en la mente la idea de un tránsito real>> (5). Y también hubo detractores, como el anticlerical Voltaire que reprocha la falsedad de una jerarquía materialmente irrealizable por la ausencia de aquellas especies extinguidas (6) quedando en entredicho la idea de progreso y perfección orgánica representada; o el creacionista Antonio Genovesi quien rechaza la secuencia por artificial. La ordenación sería un recurso humano válido para regular nuestros conocimientos sobre la naturaleza pero inexistente en los planes de un creador caracterizado por la perfección (7). Todo fue creado individualmente, en lugar y forma correspondientes.

Alabanzas y críticas al margen, la cadena tuvo la versatilidad necesaria para adaptarse a las diferentes teorías, fijismo, transformismo y evolucionismo, formuladas por los naturalistas sobre el origen de las especies a lo largo de la historia. Para unos fue el resultado de la creación, otros la contemplan como un proceso de cambios regulado por leyes naturales, los restantes atribuyeron a la escala un sentido filogenético convitiéndola en árbol de la vida: una progresión multidireccional de la organización del ser vivo a lo largo del tiempo.

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Notas

(1) Sobre el tema es refencia habitual el libro de Arthur O. Lovejoy, The great chain of begin , Cambridge-Massachusetts, Harvard Univ. Press, 1936. Más cualificado y de lectura obligada es la obra de Giulio Barsanti, La scala, la mappa, l'albero, immagini e classificacioni della natura fra sei e ottocento , Florencia, Sansoni, 1992.

(2) Cf . sus obras Considérations sur les corps organisés , Amsterdam, Marc-Michel Rey, 1762, cap. 12; Contemplation de la nature , Amsterdam, Marc-Michel Rey, 1764, cap. V-XVIII.

(3) Voltaire, Dictionnaire philosóphique , <<Chaine des êtres crées>>, t.II; cit. por la edición incluida en Oeuvres de Voltaire (préfaces, avertissements, notes, etc., par M. Beuchot), París, Werdet et Lequien, 1829, t. XXVII, p. 560.

(4) Ch. Bonnet, Contemplation de la nature, Amsterdan, Marc-Michel Rey, 1764, p. 59.

(5) Ch. Darwin, El origen de las especies (trad. de la 6ª edición inglesa), Madrid, Espasa, 1988, p. 103.

(6) Cf . Dictionnaire philosóphique , <<Chaine des êtres crées>>, cit, p. 561.

(7) A. Genovesi, Elementi di fisica sperimentali ad uso de'giovani principianti , Nápoles, G. Bisogno, 1786, vol. II, p. 106.

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