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UNA AGUJA EN LA RED DEL MESTIZAJE
Entrevista con Floriano Martins, por José Ángel Leyva
 

Hasta hace unos tres años, Floriano Martins era una referencia de Agulha (Aguja) revista de internet a la que numerosos colegas aludían por la insistente presencia en sus correos electrónicos, y quizás también por la conexión inevitable y misteriosa con Banda Hispánica, otro proyecto ambicioso que da información sobre los escritores iberoamericanos. Todo desde Brasil. Digo que Floriano era, porque ya no lo es, sospechoso de pertenecer a la maligna especie de virus cibernéticos que nos desconfiguran las máquinas o borran la memoria de las computadoras. Floriano sigue corriendo por la red, preguntando y respondiendo con la rapidez impresionante de un programa diseñado para la investigación y el rastreo de información sobre la poesía escrita en español y portugués. Floriano ya no es, al menos para quienes lo conocemos, un virus de computadora, sino un infatigable promotor de la poesía desde el barrio de Aldeota, Fortaleza, donde reside para dispararse incesante al mundo de los cibernautas.

Hace un par de años, en 2002, Floriano viajó a México con su paisano, el artista plástico Hélio Rohla y navegaron por los canales bucólicos y estridentes de Cuemanco y Xochimilco. Desde entonces no han cesado de colaborar en el mismo afán de crear mecanismos de intercambio y conocimiento de nuestros poetas y sus obras, de nuestras culturas y sus lenguas, de nuestros artistas plásticos. Floriano regresa, junto con Hélio Rohla, de nuevo a México para participar en la cuarta Feria del Libro en el Zócalo, "La Ciudad, un libro abierto", con el resto de la delegación de Fortaleza, estado de Ceará, Brasil, país invitado de honor del 8 al 17 de octubre, que habrá de compartir con Guadalajara ese gran barullo cultural en torno a la lectura. [J.A.L.]

 

- Autor de libros de poesía, de entrevistas literarias y de investigación sobre el surrealismo en América Latina, es ahora sometido a las preguntas. En esa perspectiva de la vanguardia pretérita, ¿qué significa novedad para Floriano?  

- Una novedad es una cosecha, es decir, hay que plantarla. Pero también es una cosecha de espanto, pues lo que más me atrae de ella es su capacidad de sorprender. Para ello se requiere estar conectado al mundo con todos los sentidos, y entregarse a ese cambio de alto voltaje del espíritu que la vida nos enseña a vivir. Lo curioso es que los media , los que más se interesan en la novedad, están siempre amparados en lo establecido. Inclusive lo que allí se presenta como nuevo es siempre una dilución , desde el punto de vista estético, siempre un retroceso, una máscara, un fraude. Es evidente que navegar por internet permite el encuentro con innumerables formas de novedades . Pero saber navegar, siempre, saber navegar.

- Reconoces en tu escritura poética el embeleso por el discurso surrealista en lo que a la estética se refiere. Muchos poetas influenciados por ese "ismo" han negado su participación e influencia, incluso el haber pisado alguna vez sus terrenos. Tú no sólo recorres dicho territorio sino que exploras su subsuelo en América Latina. ¿Puede decirse que insistes en cultivarlo? ¿Por qué?

- Por incontables motivos: las imágenes cortantes, vertiginosas, estimulantes; el carácter de lo escrito; su interés por los grandes abismos de la realidad; la percepción intensa de un sentido de negación; la incesante aventura exploratoria de los misterios que definen la existencia humana; el diálogo atrevido con los lugares comunes. Es evidente que la relación con el surrealismo no puede restringirse a pertenecer a un grupo. Yo ya viví una experiencia de grupo y fue algo desastrosa, porque hay rasgos de ortodoxia que se enredan en la práctica de las relaciones. Pero observemos cierta indeterminación, que se expresa con respecto a la afinidad de algunos poetas y artistas con el surrealismo, más ligada a un sentido de oportunismo que propiamente a un cuestionamiento adecuado. Lo que en muchos casos podría ser una crítica consistente con relación a las fallas eventuales -y sabemos que son innumerables-, acaba por transformarse en un juego descalificado de egos indomables. La percepción del surrealismo en el Continente Americano tomó un camino algo distinto, sobre todo considerando el hecho de que la estadía de los franceses (siempre capitaneados por Breton) en Estados Unidos y en México fue marcada por la formación de un ghetto , una especie de colonia europea, donde el francés era mantenido como lengua única. Una contradicción con la idea de Artaud al considerar al surrealismo como una "nueva especie de magia", o de esperanza -que acabó siendo frustrada- de César Moro, de que se tratase de una "cita de las tormentas portadoras del rayo y de la lluvia de fuego".

- Entre una poesía del lenguaje y una poesía inquieta aún por el hecho mismo de la vida, más preocupada por conmover, tocar al lector, es que advierto se mueve tu poesía. Quiero decir que no es experimental hasta sus últimas consecuencias, no pretende el balbuceo, el juego fonético o la segmentación semántica, sino que se desliza por una lógica más o menos incluyente. ¿Qué opinaría un surrealista de ello?

- Muchos surrealistas decían -aún lo dicen- que la poesía está en otro lugar. Pero, ¿cuál sería este otro lugar? Cuántas veces el estado de verdad inmediata , defendido por Tristan Tzara, fue más allá de las obras circunstanciales a que se refería Breton? El primer lector que un poeta debe arriesgarse a tocar es él mismo. Es impresionante la cantidad de poetas que andan por la vida sin dejarse tocar por la poesía. A pesar del surrealismo la poesía continúa siendo percibida apenas como un juego de palabras. Para mí, lo experimental no disocia instrumento y sensación. Cuando digo que lo que nos impresiona se imprime en nuestro espíritu, no es sólo un artilugio del lenguaje. Es necesario que haya una verdad en esto. En caso contrario, la conmoción se torna panfleto, regla. El instrumento es un recurso. Entendemos bien cuando el asunto es un piano. ¡Ah!, si se tratara de música. Pero cuando el verbo está en cuestión. es mi vida la que supera el escrito y nunca lo contrario, por más que yo tenga pleno dominio del lenguaje.

- Has dicho que Brasil sólo mira a Brasil, asombrado quizá por su propio gigantismo geográfico o quizá confuso por su enorme y bello mestizaje. Tú mismo eres una muestra de que hay búsquedas para tocar y ser tocado en y por el exterior. ¿Excepción o regla?

- En buena hora esta mención al mestizaje. En rigor siempre cargamos con la mirada de los obcecados por la pureza, los temerosos de todo tipo de mezcla, racistas que buscan eliminar la fusión, el encuentro, el encantamiento que solamente se sumerge en lo que otro propicia, y lo hacen por incompetencia, por apego a una condición mezquina que nada tiene que ver con el argumento de la defensa de una cultura. Lo más fuerte de la cultura brasileña está en su mixtura, lo que acaba por atropellar a muchos a quienes simplemente falta aliento para comprender un mundo en pleno torbellino de experiencias inagotables. No tenemos problema de arritmia. Lo que tenemos es un exceso, de ritmos y dioses, cuya mezcla es intempestuosa y a veces aturdidora. Somos una tierra plena de desbordamiento. La idea de un gigantismo tiene una doble connotación: por un lado nos ciega en relación con las afinidades culturales evidentes y por otro lado despierta cierta envidia en lo tocante a lo que nos es aparentemente superior. No es que veamos eso para nosotros mismos. Todo lo contrario: somos ciegos de todo, inclusive de nosotros mismos. Todo lo que era más visceral y sofisticado en las imágenes poéticas de autores como Celso Luiz Paulini, Cláudio Willer, Rodrigo de Haro y, sobre todo, Roberto Piva -poetas identificados como de la generación de los sesenta, por ejemplo-, no fue percibido por la crítica, y esto se dio porque esa poesía rompía con cierto patrón de formalismo, sobre todo considerando entonces el paso de estafeta de la Generación del '45 hacia el Concretismo. Entonces no es nuestro mestizaje lo que suscita una confusión, sino la línea dura del positivismo que hemos entrañado en nosotros.

- Además de poeta, traductor, ensayista y editor electrónico eres un fuerte crítico de la poesía en tu país, el cual, hay que reconocerlo, posee una rica tradición poética ¿Qué rescatas de esa herencia?

- La idea de una tradición implica una transmisión, un reconocimiento. En este sentido, no se puede hablar de tradición lírica en Brasil, excepto si pensamos en la gran línea parnasiana que define toda nuestra trayectoria poética. Tenemos que pensar bien en esto. El formalismo ornamental y edulcorado, ¿sería entonces nuestra tradición? En las últimas décadas tuvimos unos rapaces que acuchillaban la sintaxis, pugnaban por la incomprensión, simpatizantes de la ruptura a toda costa, inclusive a costa del entendimiento de la propia literatura. Aún están por ahí algunos de esos rapaces. No, no poseemos una rica tradición poética. Lo que pasa es que en algunos casos la poesía brasileña es mejor conocida en el exterior que en casa. Tenemos una tradición otra , un río subterráneo que ha sido groseramente despreciado. Tal vez los mexicanos recuerden aún a José Santiago Naud (1935), cuyo libro Piedra azteca tiene únicamente una edición mexicana (Papeles Privados, 1985). Lo mismo Jorge de Lima, para muchos la mayor expresión poética del país, es un nombre de poca circulación. Al contrario, abundan las valoraciones a poetas nítidamente de segunda línea, como Mário y Oswald de Andrade. La mejor herencia por ser rescatada no es aquella que se detiene en nombres, sino en el carácter que la determina. La cultura brasileña está muy peligrosamente contaminada -lo que se acentúa más y más en estos días- por un sentido muy particular de descomposición. No se trata apenas de esa avalancha de corrupción que los media anuncian a cada instante. Se trata de una depravación del sentido ulterior, nos estamos deshaciendo por falta de creer más en nosotros mismos. Estamos recogiendo ahora el fruto de toda una historia de falta de atención para lo que verdaderamente somos. Hacer la defensa ahora de una identidad cultural -desechando toda la instancia retrógrada que envuelva el tema- es de un cinismo, de un oportunismo descarado, asunto de gente que no quiere sino seguir descarnando el cadáver de esta cultura. Hasta el último instante, sin drama o carnaval, cuando entonces se muden todos a otro paraíso fiscal.

-¿Cómo se conforma desde tu punto de vista la República de las Letras (de la poesía) en Brasil?

- Toda casta intelectual se organiza siempre en el sentido de cooptación con el poder. Tal concubinato hace de nuestra República de las Letras una joven señora muy dedicada a los placeres de la carne, reticente a considerar la existencia del espíritu. La ausencia de una tradición crítica -y me refiero no a la crítica de circunstancias, sino a aquella área de la percepción interesada en evidenciar eventuales equívocos de un texto, proponiéndose iluminar sus zonas oscuras, sin una determinación judicial que venga a eliminar la obra en cuestión por discordia estilística o cualquier otra enfermedad existencial-; pues bien, esa ausencia, ya clásica entre nosotros los brasileños, contribuye a la persistencia pasmada de los mismos errores, en muchos casos los más primarios.

- Sin ánimo de competencia y de comparación, pero tomando en cuenta tu trabajo editorial y tu larga experiencia como entrevistador, ¿cómo percibes el desarrollo de la poesía en tu país con respecto al resto de Iberoamérica (incluyendo a Portugal y a España)?

- Sería irresponsable la comparación. Una cosa es una selección de grandes poetas -y esto se puede hacer en España, en Portugal, en Brasil y en América Hispánica (no olvidar que allí la aventura tendría que caminar por diecinueve países, con sus magníficas peculiaridades). Es bien probable que los nombres sean desconocidos también en su restringida área de actuación. Aunque de generaciones distintas, no creo que gocen del reconocimiento internacional que merecen, poetas como José Ángel Valente (España), Luís Miguel Nava (Portugal), Roberto Piva (Brasil) y Ludwig Zeller (Chile). Otra cosa es reconocer que esa resplandeciente minoría pueda llegar a constituir una competencia. Una característica que marca el espíritu de los poetas brasileños, en líneas generales, es el provincianismo, y digo esto en el sentido de que juegan mucho con las apariencias -del escrito y del carácter, puesto que separan una cosa de otra. Esto hace que se conviertan en rehenes de una compulsiva novedad, que muden de ropa (el lenguaje, ¡ah, ese garfio y daga del lenguaje!), al sabor del convite que reciben para el evento en turno. Hay otros que no, sí, hay otros que no. Ahora recuerdo que antes de que iniciáramos nuestra conversación yo había decidido no citar nombres. Esto causa una confusión pavorosa, porque somos propensos a identificarnos con los personajes equivocados. Imagine si digo aquí un nombre, por ejemplo Hilda Hilst (uff!, ésta por suerte ya murió), y ella misma, sí, ella misma, no entiende que esa afirmación mía es una manera de preocuparme por algo que me es afín. Basta de citar nombres. Todos son los brillantes poetas que se imaginan ser.

- Por último, ¿estás convencido de que el proyecto Agulha , además de poner en contacto a los escritores de América Latina y el mundo, pueda ser un factor de calidad y avance en nuestras letras, digamos, una aguja sobre el globo de la complacencia y la endogamia?

- No tengo duda alguna en cuanto a esto. Una lectura conjunta de los editoriales de Agulha apunta en este sentido, confirmando la pauta abarcadora que hemos propiciado en cuatro años de actuación. Es cierto que tenemos un número de lectores que debe ser considerado. Con todo, pertenecemos a un mundo virtual, con sus rechazos de parte de una realidad impresa que aún no percibió que se hiere a sí misma al refutarnos. Es evidente que lo que internet propicia, posee en sí la misma carga de ambigüedad de cualquier otro instrumento (soporte). Siempre será posible salvar o segar una vida con la misma arma.