Rubens Gerchman en mi memoria, Rubens de mis recuerdos
Felipe Ehrenberg

1968: Su funden en mi memoria los recuerdos de cada una de las tres primera veces que Rubens Gerchman y yo nos conocimos en Nueva York. Dos imágenes se sobreponen a la tercera, ¿o será la primera? Una es en su estudio, o el espacio que le correspondía en el piso que compartia con… con… dos artistas más. Estoy seguro que eran argentinos y probablemente uno era César Paternostro. ¿O será que César, como yo, también estaba de visita en ese momento? Momento ocre-grisáceo como todos los interiores neoyorkinos, como todo Nueva York de mi memoria de aquellos días. Rubens joven, bonitão, vociferaba los brillos de su luz carioca. Era un año mayor que yo pero todo en él me remitía a la gestualidad del viejo Emiliano di Cavalcanti, de quien había yo sido asistente unos años atrás, cuando el Maestro Di decoró con un mural la primera representación de la Varige en la Ciudad de México.

Recuerdo cenar en su departamento que tenían él y Ana María Maiolino; más que guapa ¡bellísima! nos sirvió de comer a todos, a la bebita Verónica, al muchachito Micael, a Rubens y a mi. Los entusiasmos de los cuatro y el mío también compensaban la frugalidad casi pobreza en la que vivíamos. ¡Éramos artistas latinoamericanos en su peregrinaje a la mítica Nueva York! Fue la muy primera vez que sentí saudades, que no nostalgia o melancolía o ‘echar de menos’ y… fue el primer verdadero ataque de saudade que sufrí en mi vida: me hacían ferozmente falta mi Martha, mi Matthías, mi Yaël, que estaban ya en Inglaterra.

En adelante, la saudade me acompañaría hasta que regresé a aquel Brasil que aun no había yo visitado jamás, en 1999, cuando Rubens me hospedó en su casa. Me acomodó en la lujosa cabaña que acaba de mandar construir en el jardín, atrás de su casa en los altos del morro de Barra de Tijuca. Vi cómo crecían Estela y Clarinha, a los cuidados de Dona Maria y de un Rubens atribulado. Muy atribulado. Me habló de sus deudas mientras manejaba su camioneta recién comprada. Me enseñó sus trabajos, maravillosos sin excepción, inevitablemente sorprendentes, llenos de alegres ironías, como la Bela Dulcineia. Y sentí que ya le pesaba almacenar tanta obra del pasado. Leí sus ensayos publicados y me volvió a sorprender su lucidez. Me habló de las mujeres que conocí a su lado, todas demasiado presentes en su ausencia. Me entristecieron sus decepciones pues no las entendí. Aun así, volvimos a gozar de los entusiasmos creativos que siempre nos unieron. Yo dibujé los once verdores de su floresta con carbón y sanguína y llamé la serie Suite Tijucana. Él se peleaba por teléfono con medio mundo. Luego comíamos o cenábamos con Clarinha y Estelinha lo que nos servía dona Maria.

2008: Cuarenta años antes en NY, Rubens colorista ya jugaba con palabras. Malabareaba el portugués y el inglés para mascullarme las ideas más mirabolantes en portuñol… AR / AIRE / ART y de su bolsa del pantalón sacó sus pocket sculptures, cajitas de plástico etiquetadas con letraset con cualquier cosa dentro… nubes de algodón.

Artistas latinoamericanos en NY, ciertamente, pero ya sentíamos las saudades por la América latina; clasemedieros, la circunstancia nos iba politizando, gravitábamos los latinoamericanos entre nosotros. Tal vez porque por primera vez nos percatamos de nuestra condición no de mexicanos o brasileiros o argentinos, sino de latinoamericanos -todavía no se acuñaba el concepto de ‘latino’, sin el ‘americano’. Lo sorprendente, ahora que lo recuerdo, es que se nos uniera un joven muralista canadense llamado Arnold Belkin, tal era su entrañamiento en México. Entusiasmados, politizándonos, altamente productivos, todos los artistas reunidos entonces le dábamos forma y sustancia a nuestra imaginación.

Terminé mi obra, toda en plástico y para exhibirla, Rubens las nombró en portugués. Mulher Lua, Mulher Ar, Mulher

Y desde 1968 hasta el 2001, que llegué al Brasil, Rubens y yo nos correspondimos y nos acompañamos. Lo recibí en mi casa, en mis casas, en México. Viajamos juntos por mis carreteras, exhibimos juntos en varias ocasiones, escribí mucho sobre él. Sus comentarios en torno a mis obras siempre mejoraron las siguientes.

En los 7 años que llevo en Brasil nos vimos poco, demasiado poco. No obstante, siempre lo sentí tan cerca como siempre. Jubilosos, recorrimos juntos su gran exhibición en el Museo Niemayer en Niterói. Guardo celosamente una de sus misteriosísimas cajas de puros llena de… Todas las mañanas amanezco con uno de sus besos litografiados que cuelga de la pared en la Casa de los Cariris, en el Largo de Batata. Nos encontramos varias veces en compañía de Claudio Tozzi, de Kleber Machado, y otras personas y dejamos de hablarnos en español (por fin pude comunicarme con él en brasilero)… Pero me parece que ha dejado demasiados pendientes, empezando por el corazón, cuando dejó El Rio para vivir en São Paulo.

Ahora, hoy, unos días después de la presentación de su libro en la Livraria Da Vila cuando marcamos fecha para comer en la Casa de los Cariris, la saudade me envuelve nuevamente. Como el velo con que le cubrieron la cara en su frugal ataúd. El rostro de mi amigo, artista magnífico. Artista cabal.

Rubens, que saudades! Que saudades! Nos vemos daqui a pouco, tá?

São Paulo, a 03 de febrero, 2008
Felipe Ehrenberg
Contato: kbajin@yahoo.com
Agulha - Revista de Cultura
http://www.revista.agulha.nom.br/
Página principal - Agulha - Floriano Martins - Teatro - Zoo - Poesia - Letras - Viagens
.